La historia del árbol de Teneré: el más solitario del planeta que crecía en medio del Sáhara
Se cree que era el árbol más aislado de la Tierra, ya que los más cercanos estaban unos cientos de kilómetros más al sur. En su lugar, se quedó solo contra un escenario de arena y rocas, aguantando el insoportable calor.
En la árida región de Teneré, situada en el corazón del desierto del Sahara, en Níger, crecía un árbol solitario en medio de la nada, entre rocas y arena. Este árbol solitario y misterioso, durante mucho tiempo, se convirtió en un punto de referencia para las caravanas que cruzaban el Sahara, hasta el punto de que quedó marcado en los mapas.
El árbol más aislado de la Tierra
Se cree que fue el árbol más aislado de la Tierra, ya que los más cercanos estaban unos cientos de kilómetros más al sur. En su lugar, se erguía solitario contra un telón de fondo de arena y roca, soportando el atroz calor del desierto y las terribles tormentas de arena.
El árbol Teneré era un punto de paso para quienes vivían en el desierto, pero también un símbolo sagrado, algo que había que respetar y admirar profundamente, como han hecho innumerables visitantes.
Una acacia paraguas
El árbol Teneré era una acacia paraguas (Acacia Tortilis), llamada Tafagag o Afaga en tamashek, la lengua tuareg, una especie muy extendida en África que está adaptada a climas muy áridos.
Este árbol medía unos tres metros de altura y tenía la clásica forma de paraguas. La característica que permite a estos árboles vivir en tales condiciones es un sistema radicular muy desarrollado, que puede alcanzar varias decenas de metros bajo tierra.
Según algunos botánicos, este árbol representaba el último sobreviviente de un grupo de plantas que habían permanecido en la zona desde tiempos prehistóricos. De hecho, la zona de Teneré fue antaño una sabana floreciente de vida antes de convertirse en un desierto.
Algunos dicen que tiene más de 300 años. Sin duda, fue avistado por primera vez en 1914, cuando los franceses empezaron a escoltar caravanas en el desierto. Además, entonces estaba formado por dos pozos, mientras que en las últimas fotografías sólo se ve uno.
El trágico final en 1973
Desafortunadamente, a pesar de su aislamiento el árbol Teneré tuvo que lidiar con seres humanos. En 1973, el árbol fue atropellado y derribado por un camionero libio que inexplicablemente lo embistió (nadie sabe cómo).
El 8 de noviembre de 1973, el árbol muerto fue trasladado al Museo Nacional de Níger, en la capital, Niamey. Más tarde se colocó una escultura de metal que simboliza un árbol en el lugar donde se encontraba.
En realidad, no era la primera colisión que sufría el árbol a manos de un camión. En su libro L'épopée du Ténéré, el etnólogo y explorador francés Henri Lhote describió sus dos viajes al árbol de Teneré.
Su primera visita tuvo lugar en 1934, con ocasión del primer enlace automovilístico entre Djanet y Agadez. Describe el árbol como “una acacia con el tronco en estado degenerativo, de aspecto enfermo y malsano. Sin embargo, el árbol tiene hermosas hojas verdes y algunas flores amarillas“.
Volvió a visitarla veinticinco años más tarde, el 26 de noviembre de 1959, con la misión Berliet-Ténéré, pero lo encontró gravemente dañado tras la colisión de un vehículo.