La erupción de Tonga y rarezas meteorológicas de 2022, ¿alguna relación?
En una situación tan anómala, generalizada y persistente, es normal que crezca el interés en buscar "sospechosos" que la puedan haber favorecido. Uno de ellos es el poderoso volcán de Tonga y su gran erupción a principios de año. Sin embargo, encontrar una posible relación es especialmente complicado.
En los últimos meses han sorprendido numerosas irrupciones de aire cálido en Europa. No han sido entradas cálidas habituales, sino eventos que no han sido observados anteriormente, con anomalías de temperatura que han batido récords en estaciones centenarias. El más llamativo tuvo lugar en julio, precisamente por coincidir en la época más cálida del año y por tanto batir récords absolutos.
En la Península Ibérica decenas de estaciones renovaron su récord, algunas durante varios días consecutivos, y en buena parte de Europa se marcaron registros muy singulares. Londres alcanzó los 40 ºC por primera vez en casi dos siglos de registros.
Sin embargo, la ola de calor de julio no fue la única irrupción cálida anómala. Tanto en mayo, como en junio y ahora en octubre, se han sucedido entradas cálidas excepcionales, menos destacables por suceder en épocas del año menos cálidas, pero igualmente inéditas.
No ha sucedido solo en Europa, los eventos registrados en buena parte de Asia y Norteamérica donde han caído numerosos récords absolutos cálidos, así como las anomalías positivas casi constantes en todos los continentes, evidencian que la escala de estos eventos afecta a todo el hemisferio.
¿Pueden los volcanes aumentar la temperatura global?
Normalmente asociamos erupciones volcánicas violentas con un enfriamiento global. Es lógico, puesto que el principal mecanismo que afecta al clima tras una erupción volcánica violenta es la inyección de material piroclástico en la estratosfera. Este material reduce la cantidad de radiación solar que llega a la superficie provocando un enfriamiento.
En la estratosfera el material más ligero puede tardar meses o años en precipitar, dado que no existen apenas movimientos verticales de aire en esta capa. Sin embargo existe otra posibilidad que puede hacer justo lo contrario: calentar el planeta.
Es lo que sucede si lo que llega a la estratosfera no son piroclastos sino vapor de agua. En este caso, el vapor de agua deja pasar la radiación solar y además incrementa el efecto invernadero de la atmósfera. La erupción de Tonga, precisamente por ser submarina, ha logrado introducir en la estratosfera una cantidad de vapor de agua superior al 5% de la masa total de agua presente en esta capa.
Esa cantidad es muy significativa, sin embargo no lo suficiente como establecer una relación entre posibles efectos en superficie a escala global. De momento, se ha monitorizado este vapor de agua y sus posibles consecuencias más directas (como se aprecia en este estudio publicado en Science) y sí se ha podido comprobar que ha tenido un efecto de enfriamiento en la estratosfera.
Al absorberse menos radiación infrarroja en esta capa, ha permitido que el vórtice polar estratosférico del hemisferio sur haya ganado intensidad durante el invierno austral. No se descarta la opción de que esté produciendo además un calentamiento troposférico, pero se desconoce su magnitud.
No hay datos concluyentes aún sobre una posible relación
Volviendo al hemisferio norte, todavía no está claro si se está percibiendo o llegará a percibirse algún cambio derivado de los efectos de la erupción en Tonga. Más difícil aún es asociarlo a los eventos de calor extremo que estamos teniendo, y desde luego, si finalmente resulta existir una relación, tardará en demostrarse todavía un tiempo.
La opción más probable de la causa de este anómalo comportamiento de las temperaturas tal vez sea una variación natural con un periodo de retorno muy largo, potenciada además por una troposfera en constante calentamiento que se ha acentuado en estas últimas décadas.
Es decir, seguramente estemos ante un acontecimiento extraordinario y con una probabilidad de ocurrencia baja en los próximos años, pero que a medida que la temperatura global continúe ascendiendo, empiece a suceder cada vez con mayor frecuencia.
Lo que no descarta por completo la posibilidad de que la erupción de Tonga o cualquier otra causa natural esté alterando durante un breve periodo de tiempo las condiciones climáticas terrestres. Pero para saberlo, hace falta obtener datos para elaborar los estudios pertinentes que demuestren esa relación y, por tanto, nos tocará esperar al menos unos meses.