La DANA de finales de octubre dejó pérdidas de casi 1100 millones de euros en el campo: daños y zonas más afectadas
La DANA de hace dos semanas resultó catastrófica también para el sector agrícola, provocando pérdidas estimadas en casi 1100 millones de euros. Infinidad de cultivos e infraestructuras se han visto muy afectados, generando una crisis importante en el campo
La catastrófica DANA de hace dos semanas golpeó con fuerza al sector agrícola en varias regiones de España, generando pérdidas millonarias que alcanzan, según estimaciones de los órganos competentes, los 1089 millones de euros. A todo esto habrá que sumar los daños provocados por la gota fría que nos ha visitado en las últimas horas.
Este fenómeno atmosférico, que en ocasiones puede dejar grandes diluvios concentrados en lugares puntuales, ha provocado daños muy significativos en cultivos e infraestructuras, afectando especialmente a zonas agrícolas que dependen de la estabilidad meteorológica para garantizar sus cosechas.
Impacto devastador en los cultivos: las regiones más golpeadas
El efecto devastador de la DANA de finales de octubre sobre los cultivos ha sido evidente, y lo hemos venido observando en los medios de comunicación durante los últimos días. Las precipitaciones torrenciales y prolongadas anegaron campos de cultivo, arruinando plantaciones de productos de gran importancia para la economía agraria como los cítricos, las hortalizas y el olivar.
Estas áreas, ubicadas principalmente en Andalucía y la Comunidad Valenciana, han registrado pérdidas cuantiosas debido a la destrucción de las cosechas. Los agricultores, que se encuentran en la recta final de muchas de sus producciones, como la del cítrico, se enfrentan ahora al desafío de recuperarse de un panorama desolador.
La vulnerabilidad de algunos tipos de cultivo frente a estos fenómenos tan adversos pone en evidencia la necesidad de adaptar los métodos de producción a un clima cada vez más cambiante y extremo. La exposición al exceso de agua y los fuertes vientos han generado un estrés irreversible en muchas plantas, disminuyendo su rendimiento y calidad.
Daños muy importantes en infraestructuras agrícolas
Además de las pérdidas en muchos cultivos, las infraestructuras agrícolas, que en muchos casos suponen un 90% del total de la inversión, también han sufrido las consecuencias de este fenómeno.
Los sistemas de riego, esenciales para optimizar el uso del agua en regiones semiáridas, han sido dañados o destrozados, lo que incrementa la vulnerabilidad del sector ante futuras sequías.
Los caminos rurales, almacenes y otras instalaciones necesarias para el proceso productivo han quedado destruidos en gran medida, dificultando el acceso y el almacenamiento de productos agrícolas.
Estas infraestructuras, muchas veces construidas con fondos limitados, carecen de la resistencia necesaria para soportar fenómenos meteorológicos extremos como los últimos que hemos tenido. La reparación y el reemplazo de equipos representan un coste adicional que muchos agricultores y cooperativas deberán asumir. Y esto en un momento en el que ya se enfrentan a precios de producción elevados y, en algunos casos, a dificultades para asegurar sus cultivos.
Ayudas y medidas para el sector
Ante el grave impacto económico, el gobierno español y las comunidades autónomas afectadas han comenzado a movilizar recursos, o al menos intentarlo, para apoyar al sector agrícola.
Las organizaciones agrarias solicitan una respuesta rápida, incluyendo ayudas directas y subvenciones que faciliten la recuperación de las zonas afectadas. Además, se plantea la necesidad de mejorar los sistemas de seguros agrarios para cubrir de forma más amplia los daños provocados por fenómenos climáticos extremos.
A largo plazo, algunos expertos en el sector consideran fundamental invertir en la modernización de infraestructuras y adoptar prácticas agrícolas más adaptadas a los nuevos escenarios.
La implementación de técnicas de riego más eficientes, el uso de variedades de cultivos más resistentes y la restauración de suelos erosionados son algunas de las medidas que podrían mitigar los efectos de futuros eventos de lluvias torrenciales.