La ciudad europea que controla la calidad del agua potable con 8 almejas
Estos moluscos, capaces de detectar la presencia de sustancias contaminantes en el agua destinada al consumo humano, han conseguido mejorar los sistemas de alerta temprana en casos de toxicidad y peligro para la salud en una ciudad europea.
Uno de los objetivos generales de la política de aguas de la Unión Europea es garantizar el acceso a agua de buena calidad en cantidades suficientes para los habitantes de los estados miembros.
La mayoría de los países utilizan pruebas microbiológicas y análisis químicos para comprobar el cumplimiento de los estándares de calidad y monitorear la presencia de sustancias tóxicas, como nitratos, arsénico y plomo.
Sin embargo, hay una ciudad europea que ha apostado por un enfoque original e innovador para supervisar la salubridad de su agua potable: el uso de almejas vivas, que actúan como centinelas naturales en un sistema que combina la biología con las últimas tecnologías.
Una vigilante natural
La almeja es un molusco bivalvo conocido por ser extremadamente sensible a los cambios en su entorno y por su capacidad para detectar la más mínima presencia de contaminantes en el agua.
Por eso, en Varsovia, la capital de Polonia, las autoridades han encomendado la función de monitoreo de la calidad del agua potable a un grupo de ocho almejas seleccionadas cuidadosamente.
Las almejas se colocan en un tanque especial a través del cual circula el agua destinada al consumo humano. Cada uno de estos moluscos está equipado con pequeños sensores adheridos a sus conchas, que registran y transmiten información en tiempo real sobre su actividad.
Cuando las almejas detectan un cambio drástico en la calidad del agua o la presencia de contaminantes, su reacción natural es cerrar sus conchas para protegerse. Un comportamiento que es captado por los sensores, que, a su vez, emiten una alerta al sistema de control.
Si más de la mitad de las almejas se cierran simultáneamente, se activa automáticamente un protocolo que corta el suministro de agua y permite a los técnicos investigar la causa de la contaminación antes de que el agua llegue a los hogares de los varsovianos.
Unión de las fuerzas de la tecnología y naturaleza
En este caso, las almejas, que actúan como bioindicadores, se convierten en la primera línea de defensa contra amenazas para la salud que podrían ser obviadas por sensores químicos convencionales. Pero este sistema, conocido como el "biomonitoring", no sería tan eficaz si no se combinase con tecnologías avanzadas.
Por ejemplo, los sensores adheridos a las almejas son extremadamente precisos, y el software que interpreta su comportamiento es capaz de diferenciar entre una actividad normal y otra que advierte de anomalías en el agua.
Por si fuera poco, el sistema está diseñado para ser respetuoso con los animales: estas almejas se acomodan en un entorno similar al de su hábitat natural y son reemplazadas periódicamente.
Los beneficios del biomonitoring
El uso de almejas como bioindicadores tiene interesantes beneficios. Se trata de un método de detección altamente sensible y de bajo coste económico que, en el caso de Varsovia, ha supuesto una mejora significativa en la detección temprana de contaminantes y ha permitido una respuesta más rápida y efectiva en casos de alerta.
Además, al estar ligado a la actividad de un organismo vivo, este sistema es capaz de identificar nuevos contaminantes u otros que los métodos químicos convencionales puede que no capten inmediatamente.
Y aunque hay quienes critican el uso de animales para su implementación, también es un buen modo de fomentar una mayor conciencia sobre el impacto de las actividades humanas en los ecosistemas acuáticos.
¿Una iniciativa trasladable a otras ciudades?
El sistema empleado en Varsovia para vigilar la calidad de su agua potable podría servir como modelo para otras ciudades que buscan innovar en este ámbito. Una medida que debe complementarse con otras, como la educación sobre el uso responsable del agua, la mejora de infraestructuras y la regulación estricta de actividades industriales y agrícolas que puedan contaminar las fuentes de suministro de ese bien esencial para la vida y finito.
Porque lo cierto es que solo el 0.007% del agua existente en la Tierra es potable. Una cantidad que se reduce año tras año a causa de la contaminación y que no es accesible para alrededor de 2.000 millones de personas en todo el mundo, que viven sin acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura.