La catedral gótica mejor conservada del mundo está en España y es Patrimonio de la Humanidad

No es sólo un símbolo arquitectónico, sino un testigo de siglos de historia, fe y arte, con una majestuosidad que sigue asombrando a quienes la visitan. Descubre con nosotros todos los detalles de esta maravilla hispalense.

Catedral de Sevilla
La Catedral de Sevilla fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987 y Bien de Valor Universal Excepcional en 2010. En 1988, el Guinness de los Récords la reconoció como la catedral más grande del mundo.

Sobra decir que Sevilla es una ciudad que destila historia, arte y tradición en cada una de sus calles. Su legado es el resultado de siglos de esplendor, desde la presencia romana hasta el auge del comercio con América.

Y entre sus incontables tesoros arquitectónicos, hay una joya que se alza imponente en el corazón de la ciudad, un monumento que resume su grandeza y su profundo vínculo con la historia: su catedral.

Sevilla, joya del sur y cuna de maravillas arquitectónicas

Bajo el nombre de la Catedral de Santa María de la Sede, este edificio es considerado la catedral gótica mejor conservada del mundo. Además, no sólo es un símbolo de la ciudad, sino que también fue reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987.

Este colosal templo hispalense comenzó a construirse en 1401 sobre los restos de la antigua mezquita aljama de la ciudad, tras la Reconquista cristiana. Se dice que los canónigos responsables del proyecto quisieron levantar un templo "tan hermoso y tan grandioso que los que lo vieren nos tengan por locos".

Y ciertamente, lograron su propósito. El proyecto se extendió por más de un siglo, hasta su finalización en 1506, con la intervención de numerosos arquitectos, entre ellos Alonso Martínez, Juan Gil de Hontañón y Simón de Colonia.

El resultado fue un templo de proporciones colosales: es la catedral gótica más grande del mundo, con una superficie de 11.500 metros cuadrados, superando en tamaño a Notre Dame de París y a la Catedral de Colonia. Su construcción combinó elementos góticos con vestigios almohades, especialmente visibles en la Giralda, el antiguo alminar de la mezquita reconvertido en campanario cristiano.

Un exterior imponente: arte gótico en su máxima expresión

No obstante, si la Catedral de Sevilla impresiona por su magnitud, la realidad es que impone desde cualquier ángulo. Su fachada está compuesta por tres puertas principales: la Puerta del Perdón (de influencias islámicas), la Puerta de la Asunción (de estilo gótico flamígero), y la Puerta del Nacimiento, que narra episodios de la infancia de Cristo.

Su alzado gótico se distingue por altísimas bóvedas, contrafuertes y arbotantes que sostienen la estructura sin restarle ligereza.

Sin embargo, su elemento más icónico es la Giralda, de 97,5 metros de altura. Originalmente un alminar almohade del siglo XII, fue adaptado tras la Reconquista añadiéndose el campanario renacentista y la estatua del Giraldillo, que simboliza el triunfo de la fe cristiana. Y junto a ella, el Patio de los Naranjos, vestigio del antiguo patio de abluciones musulmán.

Un interior majestuoso de arte y espiritualidad

El interior de la catedral es igualmente impresionante. Con cinco naves, su retablo mayor es una obra maestra del arte sacro, considerado el más grande de la cristiandad. Tallado en madera dorada, representa escenas de la vida de Cristo y de la Virgen María. También destacan la Capilla Real, donde descansan los restos de reyes como Fernando III, y la Sacristía Mayor, que alberga el tesoro catedralicio con piezas de incalculable valor.

Arte sacro
Detalle del mayor retablo de la cristiandad, finalizado en 1564 tras más de 80 años de trabajo, que, con 27,8 metros de altura, se alza en la nave central de la catedral.

Uno de los puntos más emblemáticos del interior es la tumba de Cristóbal Colón, un majestuoso monumento de bronce sostenido por cuatro heraldos que representan los reinos de Castilla, Aragón, León y Navarra. Este sepulcro refuerza el papel de Sevilla en la historia del descubrimiento de América, ya que la ciudad fue el punto de partida de muchas expediciones transatlánticas.

Por si fuera poco, esta catedral es también un museo de arte sacro, con obras de grandes maestros como Murillo, Zurbarán y Goya. Sus pinturas y retablos decoran capillas y altares, reflejando la riqueza artística del templo. Entre ellas, destacan “La Inmaculada” de Murillo y “Santa Justa y Rufina” de Goya. Zurbarán, por su parte, dejó su huella con impactantes lienzos de santos y monjes. En definitiva, un lugar de visita obligada, pues cada rincón de la catedral es un testimonio del esplendor del arte barroco y renacentista.