Jorge Olcina, climatólogo de la UA, en Meteored: “Una DANA en sí misma no mata. Sí lo hace no respetar los cauces"

El Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante ha compartido una jornada con el equipo de Meteored, visitando las instalaciones y participando en un debate sobre las causas y soluciones a fenómenos extremos como los sufridos recientemente.

Las oficinas centrales de Meteored, ubicadas en Almendricos, en la Región de Murcia, han sido el escenario de la esperada y más que productiva visita de Jorge Olcina Cantos (Alicante, 1966), doctor en Geografía y Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, donde imparte clases de Ordenación del Territorio, Climatología y Riesgos Naturales.

Olcina, que es también un destacado investigador y divulgador, además de prolífico autor de publicaciones especializadas en su ámbito, ha compartido un encuentro con el equipo de expertos en meteorología de esta compañía, líder mundial sobre información del tiempo.

Durante la intervención, donde interactúo con el meteorólogo de Meteored José Miguel Viñas, se han abordado cuestiones de indudable interés relacionadas con el tiempo y el clima, con los fenómenos meteorológicos extremos como actual e inevitable telón de fondo.

La desorganización del territorio, germen del drama de las inundaciones de Valencia

Desde los inicios de su formación como geógrafo especializado en climatología y ordenación territorial, Olcina ya mostró interés por los extremos atmosféricos. De hecho, su tesis doctoral versó sobre episodios catastróficos en la provincia de Alicante a lo largo del siglo XX, así como la “estrecha relación” que mantienen con la planificación del territorio.

Jorge Olcina (a la derecha de la imagen) y José Miguel Viñas en un momento del encuentro.

Por eso, considera que gran parte de la tragedia que aún se está viviendo a consecuencia de la DANA que asoló Valencia a finales de octubre, tiene “un componente de base estructural” que es, precisamente, “la desorganización del territorio”.

Una gota fría o DANA no es sinónimo de lluvia torrencial o de catástrofe. Además de la peligrosidad, hay que tener en cuenta la exposición y la vulnerabilidad de un territorio ante determinados fenómenos.

Para el catedrático alicantino, el cambio climático es un “proceso de fondo” que está contribuyendo a incentivar la energía de algunos fenómenos atmosféricos, como las lluvias torrenciales asociadas a la gota fría o DANA de finales de octubre. Sin embargo, no le atribuye la responsabilidad directa en las pérdidas humanas y en los cuantiosos daños materiales que, en esta ocasión, se han producido en Valencia, Málaga o Albacete.

La lluvia en sí misma no mata. Sí lo hace no respetar los cauces

En palabras de Olcina, el germen de ese drama está en “la desorganización de algunos tramos del territorio”, sobre todo en el litoral mediterráneo, y en el “poco respeto” a los cauces, que se han transformado agrícola y urbanísticamente.

Y es que, “la lluvia en sí misma no mata”, pero sí la violencia con la que arrastra todo lo que encuentra en su camino natural, que, a veces, ha sido ocupado indebidamente.

"En España se ha estado construyendo sin tener en cuenta que cauces secos pueden transformarse rápidamente de forma extrema", advierte el geógrafo de la UA.

Jorge Olcina ha recordado que, en España, desde los años 60 del pasado siglo, se ha alterado el territorio sin tener en cuenta que cauces habitualmente secos pueden transformarse rápidamente y de forma extraordinaria en episodios de lluvias torrenciales.

A pesar de ello, cree que es importante mirar hacia adelante. “Podemos echar la culpa a lo que hemos hecho en décadas pasadas, cuando aun no existía una sensibilidad por el medio ambiente, pero la prioridad ahora es usar las herramientas que hoy tenemos a nuestro alcance para evitar estas situaciones”, aseguró durante la charla.

Tres millones de españoles viven en zonas inundables

Desde la entrada en vigor de la Ley del Suelo de 2008, revisada en 2015, en España hay obligación de abordar la planificación territorial en base a mapas de riesgo por inundaciones. Sin embargo, ¿qué sucede con los más de tres millones de personas que ahora mismo viven en zonas inundables?

Para Olcina las soluciones no son “mágicas” y pasan por hacer “análisis detallados de escala local” y acometer obras de infraestructura hidráulica: nuevas y las que se planificaron en su momento y no se hicieron.

El equipo de profesionales de Meteored asistente a la charla del catedrático Jorge Olcina.

Además, en los sectores urbanos que han ocupado lechos inundables y donde exista un alto riesgo para la vida de las personas, habría que pensar en “traslados”, mediante “acuerdos” entre los propietarios y las administraciones.

Y, desde luego, los ayuntamientos no deberían reclasificar suelo como urbanizable en aquellas zonas, como barrancos o ramblas, que tienen un alto riesgo de inundación. “No todo el espacio geográfico es transformable sin atender a la racionalidad”, ha asegurado el experto.

La importancia de la educación para el riesgo

El catedrático Jorge Olcina ha recordado que la ciudadanía vive en un “ámbito de riesgo”, no sólo atmosférico y climático, sino también geológico, por lo que “tenemos que saber actuar ante un aviso o una emergencia”.

"Es vital educar a la población en el riesgo atmosférico y climático y también geológico", recuerda Olcina.

Esto supone “educación para el riesgo”, incluyendo la realización de simulacros desde la etapa escolar. Pero también resulta imprescindible una “buena comunicación”. “Es importante saber emitir los mensajes correctos a las poblaciones”, porque eso puede salvar vidas en casos extremos.

Para Olcina, “no se trata de inventar nada nuevo”. Países como Estados Unidos o Japón ya educan en ese sentido desde los niveles básicos de enseñanza, unos conocimientos que luego van percolando al resto de capas de la población.

Jorge Olcina es además el director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, una unidad de investigación conocida por su gran labor divulgativa y científica.

Su apuesta pasa por contar con el movimiento asociativo y vecinal que pueden ser “estupendos vehículos de educación”, con el objetivo de enseñar a la ciudadanía a protegerse.

Adaptarse al comportamiento cada vez más irregular de la lluvia

Otra de las cuestiones abordadas durante el encuentro ha sido la sequía que, cada vez con mayor frecuencia, afecta a zonas como la región mediterránea española. Para Olcina, en las últimas décadas, la planificación hidráulica se ha hecho desde el parámetro de la “oferta continuada de agua” porque era necesario para el desarrollo económico.

"El comportamiento irregular de la lluvia requiere que busquemos sistemas multifuente para garantizar los recursos hídricos", avisa el geógrafo.

Para ello, se había venido contando, básicamente, con los recursos procedentes de la lluvia, bien por la infiltración en los acuíferos, la capacidad de embalsarla o por su circulación a través de los ríos naturalmente o por encauzamiento mediante trasvases.

Sin embargo, a juicio de Olcina, ahora el comportamiento de la lluvia es más irregular, por lo que hay que buscar “sistemas multifuente”. Es decir, aumentar las dotaciones con otros recursos que tenemos ya al alcance la mano, como la desalación o la reutilización, que es algo en lo que ya destacan Alicante o Murcia.

Soluciones realistas para garantizar la seguridad hídrica

El catedrático es partidario de mantener los trasvases “mientras se pueda”, aunque ve “difícil” que puedan habilitarse otros nuevos ante el panorama climático, “y sobre todo político” del país.

Trasvase del Tajo en la Vega Baja del Segura.

Por eso, se aferra a soluciones “más realistas” para garantizar la “seguridad hídrica”, incluida la que necesitan el turismo y la agricultura, que tiene una menor aportación al Producto Interior Bruto pero “una importante impronta territorial”.

"No creo que en España se creen nuevos trasvases, por motivos climáticos pero, sobre todo, políticos", sentencia Jorge Olcina.

Sobre este sector, Olcina cree que deben implementarse en otras regiones de España los procesos de tecnificación y modernización de regadíos que se han llevado a cabo en la costa mediterránea. Y también adaptar los tipos de cultivo a las nuevas condiciones que impone el clima.