Preocupa mucho que venga un invierno gélido, las últimas previsiones
La preocupación este año sobre el invierno y lo crudo que puede llegar a ser está más que fundada, pero ¿qué dicen las predicciones estacionales? No debemos olvidar que las predicciones a largo plazo sólo tienen validez exponiendo tendencias muy generales y pueden fallarnos.
La escalada de los precios de la luz y el gas está despertando cada vez más preocupación, ya no sólo por este hecho en sí, sino por la época en la que está sucediendo. En breve, llegarán los meses invernales en los que más dependeremos de estos recursos, y su escasez y elevado precio coincidirán con una mayor demanda en todo el hemisferio norte. Sin embargo, no todos los inviernos son iguales; una temporada suave podría facilitar las cosas mientras que una especialmente adversa podría complicar el problema más aún de lo esperado. ¿Pero cómo será el invierno?
Lo primero a lo que vamos a recurrir ante estas dudas es a las ya conocidas previsiones estacionales. Son predicciones en su mayoría experimentales, muy generales, con un marcado interés científico y normalmente poco útiles cuando van dirigidas al público general. Aún así se recurre mucho a ellas y forman parte de las noticias que se consultan con frecuencia en el ámbito de la meteorología. Y es que en cierto modo, pueden tener una importante validez cuando se elaboran desde un punto de vista probabilista y general, enfocándose a patrones de circulación global y no tanto a previsiones locales.
Este año, lo cierto es que las previsiones estacionales no muestran un invierno especialmente anómalo en cuanto a temperaturas promedio en la Península Ibérica y en buena parte de Europa, ni tampoco en precipitaciones. Es decir, según la predicción estacional por conjuntos del centro europeo (ECMWF), el trimestre de diciembre, enero y febrero debería transcurrir con valores normales de precipitación y en promedio normal o ligeramente cálido en temperaturas en el más probable de los escenarios.
Esto no descarta variabilidad y la presencia de grandes episodios de frío seguidos de otros muy templados, algo probable si se confirma una circulación del chorro polar debilitada. Sin embargo, sí induce a pensar que es poco probable tanto un invierno especialmente frío como también uno muy suave.
El vórtice polar: más estable en octubre y diciembre, más débil en noviembre y enero
Según también las previsiones del ECWMF, la circulación del vórtice polar a 1 0hPa, es decir, en la estratosfera, se mantendrá intensa durante lo que queda del mes de octubre, pero se debilitará notablemente en noviembre. Este debilitamiento en caso de ser persistente, puede propagarse a la troposfera y dar lugar a una circulación más ondulada y propensa a generar descargas frías en latitudes medias.
Sin embargo, en diciembre las previsiones apuntan a una recuperación de esa circulación, lo que normalmente suele estar ligado a una intensificación de la circulación zonal. La presencia de borrascas afectando al norte de Europa y ocasionalmente al sur, pero sin grandes desalojos de aire frío, suele ser el escenario más probable con este tipo de configuración. No parece probable, no obstante, que esta circulación se mantenga con intensidad durante el mes de enero, aunque es aún pronto para hacer suposiciones útiles.
Las predicciones estacionales son peligrosas a escala local
El problema fundamental que tienen estas previsiones a largo plazo no es tanto que puedan fallar, sino que no se interpreten correctamente. Son previsiones probabilistas que señalan el escenario más probable para un sector importante del planeta (un continente, un océano...) cuya temperatura promedio o distribución de precipitaciones dependen de patrones de circulación globales que son fáciles de predecir a largo plazo. Pero no son útiles ni funcionan correctamente a pequeña escala.
Los sistemas meteorológicos de escala sinóptica o de mesoescala, como puede ser una DANA, una borrasca o incluso la posición exacta de un anticiclón de bloqueo, pueden pasar desapercibidos para estas predicciones y pueden hacer que en una región entera, como la Península Ibérica, pueda experimentar situaciones opuestas a lo esperado y en algunos casos extremas.
La península en enero se vio afectada por una importante ola de frío mientras otras zonas de Europa experimentaban temperaturas elevadas, pero una pequeña variación de la posición de los centros de acción podría haber dado lugar al extremo opuesto pese a existir el mismo patrón de circulación. Aunque con esa dinámica en el hemisferio norte era probable que sucediese aquello en nuestra región, no era el único escenario posible.
Lo que sí tenemos que dar por seguro es que el otoño seguirá dando un respiro. La estabilidad, viento escaso y temperaturas diurnas suaves se mantendrán varios días más en la Península. Sin embargo, no es probable que esta tendencia se extienda también a noviembre. Además el invierno, por suave que sea, incrementará nuestra demanda de electricidad y combustible. Incluso un escenario de un invierno suave no exime de episodios breves de bajas temperaturas o precipitaciones, por lo que no debemos bajar la guardia.