Inglaterra canceló la Navidad entre 1647 y 1660, ¿cuál fue el motivo?
La prohibición de la Navidad en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVII provocó grandes revueltas que no terminaron hasta la restauración de esta tradicional y popular celebración.
En la tumultuosa Inglaterra del siglo XVII, la Navidad se convirtió en un campo de batalla totalmente inesperado, desencadenando disturbios, saqueos y todo tipo de gestos desafiantes. El motivo, la prohibición impuesta por los puritanos en el Parlamento, que provocó revueltas en todo el país. Pero ninguna fue tan peculiar como la Revuelta Navideña de Canterbury en 1647, protagonizada por los cristianos.
En el corazón de esta revuelta se encontraba un alcalde, William Bridge, que desató el caos al ordenar el arresto del dueño de una tienda por cerrar su establecimiento en día festivo. Este acto culminó con un motín durante la Navidad de 1647 en Canterbury, a sólo 100 kilómetros al sureste de Londres.
La multitud, lejos de quedarse pasiva, atacó a Bridge, saqueó tiendas abiertas y tomó el control de la ciudad, incluso apoderándose del polvorín local. En un gesto menos violento, pero muy simbólico, colgaron acebo por toda la ciudad como señal de resistencia contra la prohibición.
Guerra contra la tradición navideña
Aunque la Navidad originalmente conmemora el nacimiento de Jesús, su celebración por parte de los primeros cristianos no se llevó a cabo hasta el siglo IV. En ese momento, las tradiciones paganas, como la Saturnalia romana y la festividad germánica de mediados de invierno llamada Yule, se entrelazaron con las creencias cristianas, dando origen a un período festivo lleno de alegría y celebración.
En el siglo XVI, los ingleses disfrutaban de la Navidad durante 12 días, desde el 25 de diciembre hasta la Epifanía. Este periodo se caracterizaba por incluir desfiles, fiestas, villancicos y la decoración de iglesias con acebo y velas. Incluso después de la separación de Inglaterra de la Iglesia Católica, en 1534, la Navidad continuó siendo una festividad muy popular y querida por el pueblo inglés.
Sin embargo, no todos abrazaron el espíritu navideño. Los puritanos, fervientes protestantes que buscaban purificar la Iglesia de Inglaterra, veían la Navidad como una celebración que representaba los vicios de la Iglesia. Rechazaban las festividades que consideraban demasiado seculares, católicas y paganas, condenando la alegría desenfrenada, los juegos y la bebida asociados con la temporada navideña.
Bajo el reinado de Carlos I, que ascendió al trono en 1625, la Corte Real exacerbó estas tensiones al celebrar la Navidad con todo tipo de lujos, música, bailes y mascaradas, intensificando así la animosidad entre la Corona y el Parlamento.
Prohibición de la Navidad y la reacción del pueblo
Los puritanos, descontentos con Carlos I y su creencia en una autoridad divina superior a la del Parlamento, contribuyeron a desencadenar una guerra civil en 1642. La victoria de los parlamentarios en 1645 les otorgó el poder suficiente para lanzar un ataque masivo contra la Navidad.
El Parlamento adoptó medidas radicales para erradicar la celebración navideña, cerrando iglesias en 1645 mediante el "Directorio del Culto Público", que excluía la Navidad como festividad religiosa. Dos años después, la prohibición se extendió a todas las celebraciones navideñas, con soldados parlamentarios derribando decoraciones desafiantes y disolviendo servicios clandestinos.
La respuesta del pueblo fue una combinación de incredulidad, ira y desafío. Estallaron disturbios en diversas ciudades, como Norwich, Bury St. Edmunds e Ipswich, donde la población desafiaba la prohibición y buscaba cerrar tiendas en Navidad. La prohibición también ofreció una oportunidad a los monárquicos, quienes capitalizaron el sentimiento pro-navideño para promover su causa.
La muerte de Oliver Cromwell y el renacer de la Navidad
En 1653, Oliver Cromwell se convirtió en Lord Protector de la Commonwealth de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Aunque se le ha atribuido a él la prohibición de la Navidad, las restricciones parlamentarias ya estaban en vigor antes de su ascenso. Su muerte en 1658 marcó el fin del experimento republicano, y el Parlamento invitó al hijo de Carlos I a reinar en 1660, restaurando la monarquía.
Con Carlos II en el trono, no sólo se restauró la monarquía, sino también las tradiciones festivas. Los teatros reabrieron, la cultura cortesana resurgió y la Navidad renació en 1660. Carlos II reintrodujo costumbres muy familiares, como la decoración de iglesias con acebo, además de los juegos, banquetes, bailes y apuestas navideñas, especialmente en la corte real.
Fue una clara demostración de que la prohibición del Parlamento no logró extinguir el espíritu navideño tan arraigado en los ingleses. Más que apagar la festividad, subrayó la duradera relación entre la Navidad y la política en la Inglaterra del siglo XVII. Este episodio histórico se ha convertido en un testimonio de la resistencia y la importancia cultural de la Navidad a lo largo del tiempo.