Los incendios entran en bucle: víctimas del cambio climático y aliados
La conexión entre calentamiento global e incendios es algo que se sabe en todo el mundo, pero ahora el problema se agrava. A mayor temperaturas, mayor extensión del fuego así como la emisión de CO2. Lugares libres de fuego se convierten en sumideros de dióxido de carbono.
Estos últimos años están resultando los más cálidos desde que se tienen registros, sobre todo en los meses de verano. A nadie le tiene que extrañar que en paralelo exista una ola de incendios durante los meses estivales. Ahora, incluso se han llegado a extender desde las zonas árticas a las tropicales, como es el caso del Amazonas.
Calentamiento global e incendios
La conexión entre calentamiento global e incendios es más que obvia, y también es acreditada y afirmada por la comunidad científica. A mayor variación de temperaturas, mayor es la intensidad y la extensión del fuego. También es 'común' encontrarse algún que otro incendio en zonas que anteriormente estaban libres de fuego.
Según Greenpeace, los incendios contribuyen de tres maneras al cambio climático: con la liberación directa de dióxido de carbono -principal causante del efecto invernadero y del calentamiento global-, con el 'carbón negro' u hollín que se deposita en el hielo del Ártico y evita que se refleje el calor del sol, y con la destrucción de los bosques y su potencial de absorción de CO2.
El calentamiento global provocado por la acción humana aumentará la extensión de incendios en Europa estos próximos años. Una amenaza que podría reducirse si el aumento global de la temperatura no supera los 1,5 ºC, según un estudio publicado en Nature Communications por un equipo de investigadores de la Universidad de Barcelona.
Los autores estiman que, con un calentamiento global de 1,5 ºC, el área quemada todavía podría crecer hasta un 40 % respecto a las estimaciones que consideran el calentamiento futuro. Por ejemplo, en la Península Ibérica con un incremento de 3 ºC el aumento sería del 100%. Actualmente el problema para el conjunto del planeta es que estas llamas, avivadas por la crisis climática, contribuyen a agravar las enormes emisiones de gases de efecto invernadero y especialmente de dióxido de carbono.
Un sumidero de dióxido de carbono
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) calculó, a modo de ejemplo, que los incendios de 2015 durante dos meses arrasaron alrededor de 3 millones de hectáreas de la selva tropical de Indonesia. También lanzaron diariamente a la atmósfera un tercio más de CO2 que la quema de combustibles fósiles en toda la Unión Europea. Aunque no es necesario retroceder tanto en el tiempo, ya que el año pasado los incendios de Siberia liberaron 200 millones de toneladas de carbono, más de la mitad de las emisiones anuales de España.
Las emisiones brutas de carbono de los incendios equivalen al 25% de las emisiones globales anuales de los combustibles fósiles...¡qué barbaridad! Por ejemplo, en nuestro país uno de los años más catastróficos en cuanto a incendios forestales fue 2006. Se llegaron a calcinar 155.362 hectáreas y según unos investigadores de la Universidad de Vigo, solo la superficie afectada de Pontevedra -40.943 ha- emitió 1,7 millones de toneladas de CO2.
La Amazonía: de receptor a emisor de CO2
Los incendios causados en esta región podrían convertirla en un nuevo emisor de dióxido de carbono, así que perdería su función de receptor neto. Según Paulo Brando de la Universidad de California en un estudio publicado en Science Advance, los incendios desencadenados por el clima más cálido y seco podrían duplicar el área calcinada hasta un 16% del sur de la selva de la Amazonía para 2050. Allí los incendios forestales seguirán intensificándose antes del 2030 y para mediados de siglo la región emitirá 17.000 toneladas de CO2, dejando de ser la región que más gases de efecto invernadero absorbe.