Hay un desierto en la Tierra que tiene 65 millones de años, ¿cuál?
Existe un vasto mar de arena en África que es una auténtica reliquia natural que ha llegado hasta nuestros días, y en el que se pueden encontrar paisajes que parecen de otro planeta. ¿De qué desierto estamos hablando? ¡Sigue leyendo!
En lengua nama, Namib significa “enorme”. Y en verdad el nombre es muy apropiado: hablamos de un vasto desierto de nada menos que 81000 km2 (similar a la superficie de Castilla-La Mancha), que abarca un inmenso rectángulo de 2000 kilómetros de alto por 80-200 kilómetros de ancho.
El desierto del Namib se extiende a lo largo de la costa de Namibia, entre los ríos Orange, que marca la frontera con la República de Sudáfrica hacia el sur, y Kunene, que delimita la frontera con Angola al norte.
Durante unos 5 millones de años, el río Orange, el segundo más importante del sur de África después del río Zambeze, ha ido arrastrando y depositando en esta zona arenas y limos del desierto del Kalahari, hasta formar el gran mar de arena que podemos ver hoy en día.
Sin embargo, el Namib es una valiosísima reliquia natural que ha llegado hasta nuestros días: los expertos afirman que es el desierto más antiguo del planeta, y de hecho se tiene constancia de que ya existía durante la Era Terciaria. Se estima que tiene unos 65 millones de años. La UNESCO declaró al Namib como Patrimonio de la Humanidad en 2013.
Así es el clima del desierto más antiguo de la Tierra
Aunque en un primer momento podemos pensar en el típico desierto de temperaturas extremas y cielos despejados, el Namib cuenta con la particularidad de la existencia de humedad ambiental debido a la corriente de Benguela, que discurre paralela a la costa atlántica.
Esta corriente marina transporta aguas muy frías y vientos que introducen masas de aire frescas y húmedas en la costa, por lo que se son frecuentes las nieblas y temperaturas frescas o incluso frías, en comparación con los 45 ºC que se alcanzan fácilmente en los sectores más continentales.
Las nieblas costeras son habituales durante más de 180 días al año, concentrándose entre febrero y abril. Eso sí, las lluvias son muy escasas en toda esta región. La fauna y la flora se han tenido que adaptar a estas condiciones tan extremas.
Un espectáculo de colores
La arena del Namib contiene partículas de óxido de hierro que le otorgan un característico color naranja, el mismo que da nombre al gran río, aunque realmente tiene esa denominación no por su color, sino que fue nombrado en honor de Guillermo V de Orange-Nassau.
Dependiendo de la hora del día, las tonalidades van cambiando debido al ángulo de incidencia del sol, adquiriendo tonos que van desde un rojo intenso con las primeras luces de la mañana, hasta el naranja y el amarillo para regresar al rojo al ocaso. Por este motivo, es un lugar codiciado por los fotógrafos.
Aquí están algunos de los paisajes más alucinantes del planeta
El desierto del Namib albergue algunos de los paisajes más sorprendentes e impactantes de la Tierra. Aquí nombraremos algunos de los más conocidos, destacando sus gigantescas dunas: las más grandes del planeta. Además, están numeradas.
Una de la más conocidas es la Duna del Gran Padre (Big Daddy Dune), que es realmente imponente. Sus 325 m. de altura son un gran desafío para muchos senderistas. La medalla de oro se la lleva la duna número 7 (cerca de Walvis Bay), la más alta del mundo con... ¡más de 380 metros!
Otro paraje sobrecogedor es el de Deadvlei o “Laguna Muerta”, un cementerio de árboles momificados sobre un salar. Se cree que tienen unos 900 años de antigüedad, y no llegan a descomponerse totalmente debido a la escasa humedad de la zona.
Pero sin duda, uno de los imprescindibles es acercarse a la costa y admirar como el desierto se funde con el océano, con paisajes que parecen de otro planeta. En los alrededores de Swakopmund y Walbis Bay las enormes dunas caen a plomo en el Atlántico.
Y por último, no nos podemos olvidar de la impactante "Costa de los Esqueletos", que debe su nombre a la cantidad de restos de naufragios que descansan en sus playas, dando lugar a un paisaje casi fantasmal. La niebla que se forma en la zona fueron durante mucho tiempo una trampa mortal para las embarcaciones: los desafortunados que acababan allí no podían volver al mar y estaban rodeados por un gran desierto.