Confirmado, las DANAs están aumentando de forma notable en Europa
El término de DANA ha estado en boca de todos en España en los últimos meses por la sucesión de episodios de lluvias intensas que han afectado al Mediterráneo. Ahora, un estudio señala que en las últimas décadas se están volviendo más frecuentes.
Un artículo publicado recientemente en la American Meteorological Society, encabezado por Cristian Muñoz, actualmente doctorando del Departamento de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente de la Universidad de Manchester (UK), advierte que las gotas frías -conocidas técnicamente como DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos)- se han vuelto más frecuentes en ambos hemisferios en el período 1960-2017.
Entre los climatólogos existen discrepancias para seleccionar el nivel más adecuado para el estudio de estos elementos atmosféricos, aunque los más habituales son los 500 hPa (unos 5500 m) y los 200 hPa (aproximadamente 11700 m). Muñoz ha trabajado con los dos, ya que el primero ha sido el más usado tradicionalmente, al quedar por debajo de la tropopausa y por su influencia en los sistemas meteorológicos que afectan a las latitudes medias; mientras que a 200 hPa resulta más últil para entender los intercambios energéticos que se producen entre la estratosfera y la troposfera en estos sistemas.
Desde 1990 el incremento de las DANAs ha sido muy significativo en Europa
El estudio señala que el hemisferio norte hay ciertas regiones donde las DANAs son más frecuentes, abarcando el noreste del Océano Atlántico, el suroeste de Europa (donde se encuentra España), un sector comprendido entre el noreste de China-Siberia y el extremo noroeste de Alaska, y el noreste del Pacífico-mitad occidental de América del Norte.
Precisamente, en las últimas décadas es en Europa donde la formación de gotas frías o DANAs resulta más habitual en el conjunto de nuestro hemisferio, aunque también es una de las zonas en las que la variabilidad interanual es mayor. Según Muñoz, alrededor del 80% de las depresiones en altura tienen una vida que ronda las 72 horas, antes de desaparecer por calentamiento diabático o al ser reabsorbidas por el chorro. Sólo el 5% persisten hasta los 5 días.
Tomando como referencia el nivel de los 200 hPa, en Europa el número de DANAs al año entre 1960 y 1990 se mantuvo estable, con cerca de 30 anuales. Sin embargo, a partir de 1990 se ha producido un repunte importante, rondando actualmente las 35-40. La evolución es muy parecida a la de Sudamérica, mientras que en Asia y Australia-Nueva Zelanda el incremento ha sido más moderado.
La influencia del calentamiento global
El proceso actual de calentamiento térmico planetario parece tener buena culpa de ello, ya que se ha demostrado que las corrientes en chorro se han ido desplazando hacia los polos, al igual que la célula de Hadley y la zona de convergencia intertropical; sin olvidar la contracción del vórtice polar y el enfriamiento de la estratosfera.
Con un jet más ondulado, se producen bloqueos que favorecen la aparición de ramales subtropicales y polares más débiles, algo muy relacionado con el incremento observado en Europa en el número de gotas frías. En nuestro continente Muñoz señala que, al contrario de lo que sucede en otras parte del planeta, no se aprecia una correlación estadísticamente significativa entre el ENSO y la tendencia al alza en el número de gotas frías.
Las gotas frías o DANAs en España
En España, la definición aceptada de DANA hace referencia a una "depresión cerrada en altura que se ha aislado y separado completamente de la circulación asociada al chorro, y que se mueve independientemente de tal flujo llegando, a veces, a ser estacionaria o retrógada". Es un error usar este término como sinónimo de lluvias torrenciales de consecuencias catastróficas en otoño o ligarlo a un mar cálido, ya que lo que tiene mayor peso es la propia circulación atmosférica, además de otros factores de carácter regional o local.
Este estudio, al igual que otros, refuerza la hipótesis de que los eventos de lluvias torrenciales y las sequías son cada vez más habituales y extremas como consecuencia de una corriente en chorro más meandrizante. Si se cumplen las proyecciones, el Mediterráneo es uno de los territorios más vulnerables a estos cambios, por sus particularidades geográficas (cuenca rodeada de grandes sistemas montañosos, punto de encuentro de distintas masas de aire, cercanía de África y un mar cada vez más cálido) y por la población que se concentra en sus riberas.