Final agridulce de la COP26, una nueva decepción
La COP26 acaba de finalizar sin apenas avances, lo que supone una gran decepción, dada la urgencia en adoptar medidas destinadas a la descarbonización en 2050, con el objetivo de frenar el calentamiento global.
La Cumbre del Clima de Glasgow (COP26) finalizó ayer sábado (13 de noviembre de 2021), un día más tarde de lo previsto, lo que ya es costumbre en las COP's. Esta nueva cita internacional para tratar de frenar el calentamiento global ha seguido un guión que no se ha desviado en exceso de lo que muchos actores implicados pronosticaban antes de su celebración. La proclamada, por muchos, emergencia climática, sigue desatendida. Sobre el papel todo el mundo entiende que hay que actuar y rápido por nuestro bien común, pero en la práctica afloran numerosas resistencias que lastran cualquier intento colectivo por iniciar la senda de cambio que reclaman los científicos.
No se puede afirmar que en la COP26 no se hayan conseguido algunos avances, pero el balance final no invita al triunfalismo y sí al pesimismo y a la frustración. Esta última quedó escenificada durante el discurso de cierre, a cargo de Alok Sharma –ministro de Estado británico y presidente de la Cumbre–, que pidió disculpas a los representantes de las delegaciones (por no haberse cumplido con las expectativas) y dijo que lo sentía profundamente. A continuación añadió que “también entiendo a profunda decepción, pero creo que, como se dieron cuenta, también es vital que protejamos este paquete (de medidas acordadas)”. Tras finalizar esta frase y visiblemente compungido, Sharma se quedó literalmente sin palabras, dando paso a un largo silencio que se prolongó durante más de 40 segundos. Era consciente de que, a pesar de los esfuerzos, la COP26 no había conseguido ofrecer poner en marcha la profunda transformación que el mundo necesita en estos momentos.
Declaraciones versus Compromisos
En las cumbres del clima (¡y ya van 26!) se suceden las declaraciones de los delegados y los líderes políticos, transmitiendo todas ellas una voluntad de cambio y no pocos anuncios destinados a captar la atención de los medios de comunicación. El problema es que esas declaraciones de buenas intenciones, no se traducen en compromisos firmes, con garantías de obligado cumplimiento en determinados plazos. En este sentido la Cumbre del Clima de Glasgow no ha sido una excepción.
La descarbonización de aquí a 2050, sin ambages ni letra pequeña, era una de las medidas estrella que tenían que haberse adoptado en la COP26, refrendando la voluntad expresada en el Acuerdo de París. Horas antes de cerrar el borrador que resume los acuerdos alcanzados en la nueva cumbre, había consenso en indicar en el texto que se tendrá que producir una eliminación gradual del uso de carbón en los próximos 30 años, pero en el último momento China e India exigieron que para firmar el acuerdo debía de sustituirse la palabra “eliminación” por “reducción”. Queda así así la puerta abierta a que se pueda seguir quemando carbón y otros combustibles fósiles más allá de mediados de siglo.
Metano y deforestación
De todas las informaciones que se han generado en las últimas dos semanas de frenética actividad en Glasgow, ha habido un par de ellas que sí que pueden ser pasos adelante, que ayuden a mitigar el calentamiento global, si bien por sí solas no bastarán para que pueda estabilizarse la temperatura a mediados de siglo en torno a +1,5 ºC por encima de los valores preindustriales. Ahora mismo, tal y como estamos evolucionando, alcanzaríamos alrededor de +2,5 ºC en 2100, lo que implicaría unos impactos del cambio climático muchísimo mayores que los que estamos experimentando en la actualidad.
En la COP26 se ha adoptado un Compromiso Global de Metano, que aspira a reducir las emisiones antropogénicas de ese gas de efecto invernadero un 30% en 2030 respecto a los niveles de emisiones de 2020. La parte buena de ese compromiso es que se va a tratar de limitar un gas sobre el que apenas se habían adoptado medidas de reducción hasta la fecha, estando todo mucho más focalizado en el CO2. Los sectores agrícola y ganadero serán dos de los que sufrirán una transformación mayor en la presenta década. La parte mala de ese compromiso, es que si bien se han adherido a él 105 países, entre los que están grandes emisores de metano, como Brasil, no lo han suscrito China, Rusia e Irán, que los de mayores emisiones.
Con el horizonte puesto en ese año 2030, también se ha llegado a un acuerdo para luchar contra deforestación, para lo cual se van a destinar casi 20.000 millones de dólares en los próximos 8 años en medidas como la conservación de los bosques, reforestación y puesta en marcha de prácticas de explotación sostenibles. Las áreas forestales son un importante sumidero natural de carbono que no puede seguir viéndose diezmado cada año que pasa. Esa inyección de dinero hay que verla como un primer paso antes de acometer otros muchos cambios destinados también a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Una fórmula a revisar
A pesar de estos pasos hacia adelante, y otros muchos acuerdos y declaraciones de intenciones que se han llevado a cabo en Glasgow, los objetivos logrados en la COP26 quedan muy lejos de los que deberían de haberse alcanzado. Se ha vuelto a perder una nueva oportunidad. La cumbre que tenía que haber apuntalado el Acuerdo de París, fijando objetivos todavía más ambiciosos, se ha quedado en una cumbre más, en la que la mayoría de las tareas importantes y urgentes se han quedado sin hacer. Este nuevo traspié debe hacernos reflexionar sobre la conveniencia o no de seguir organizando cumbres de esta envergadura, con tantos miles de personas implicadas y tan pobres resultados. No podemos seguir organizando una COP cada año ad aeternum.