Fiebre pirenaica
El calentamiento global está teniendo una magnitud mayor en los Pirineos que en otros lugares de la Tierra. Así lo certifica un reciente Informe publicado por el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático.
El calentamiento global recibe ese nombre porque sus efectos son perceptibles, en mayor o menor medida, en toda la Tierra. Desde la época preindustrial la temperatura media planetaria ha subido del orden de 0.8 ºC, con importantes altibajos y un destacado repunte en las últimas tres décadas. Las diferencias regionales también son muy acusadas, siendo en latitudes altas del hemisferio norte donde mayor magnitud está alcanzando el citado calentamiento global, habiendo subido en ese mismo período cerca de 3 ºC la temperatura en muchas zonas del Ártico. También son particularmente sensibles al ascenso térmico las montañas de latitudes templadas, que empiezan a mostrar claros síntomas de los impactos del cambio climático.
En los Pirineos, cada vez son más evidentes los efectos del calentamiento global, tal y como manifiestan numerosos estudios que se han ido publicando en las últimas décadas. En 2010, se creó el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC), una iniciativa transfronteriza que involucra a siete administraciones públicas de tres estados diferentes (España, Francia y Andorra), cuyo objetivo es llevar a cabo un seguimiento de esas investigaciones, realizar informes de síntesis sobre el estado del arte, y ofrecer una herramienta útil a los dirigentes políticos de cara a llevar a cabo acciones destinadas a la adaptación de los impactos que ya está teniendo allí el cambio climático y que habrá en el futuro.
El pasado 12 de noviembre, el OPCC presentó el Informe: “El cambio climático en los Pirineos: impactos, vulnerabilidades y adaptación”, que constituye el documento científico más completo llevado a cabo hasta la fecha sobre el asunto. En lo que respecta a la evolución que está teniendo el clima en los Pirineos y su previsible evolución, a través del proyecto CLIMPY se ha conseguido construir la mayor base de datos meteorológicos homogeneizados del Pirineo, con centenares de observatorios tenidos en cuenta en el estudio, tanto estaciones pluviométricas como de temperatura, localizadas por todo el vasto territorio pirenaico.
A partir de toda la información recopilada, la principal conclusión a la que llega el informe es que no solo se detecta la subida de temperaturas en toda la cordillera, sino que la magnitud del calentamiento es significativamente mayor que el que está teniendo lugar a escala planetaria. El dato que arroja el informe es una subida de 1,2 ºC en los últimos 60 años, con los consiguientes impactos asociados a ella. Podemos afirmar que la febrícula que empieza a tener la Tierra se ha convertido ya en fiebre en los Pirineos y esa fiebre, previsiblemente, seguirá subiendo, aunque el ritmo de la subida y la magnitud final que alcance dependerán en parte de cómo evolucionen en los próximos años las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero asociadas en gran medida a nuestras actividades.
El informe no permite obtener una conclusión tan clara sobre cómo está evolucionando la precipitación en los Pirineos. La tendencia durante ese mismo período de tiempo –desde los años 50 del año pasado hasta la actualidad– es ligeramente a la baja (un 2,5% menos), sin significación estadística. Tanto las lluvias como las nevadas se caracterizan por una gran variabilidad, siendo más complicado detectar tendencias, aunque en algunos sectores pirenaicos y en determinadas estaciones del año, la disminución es clara, lo que está empezando a tener su impacto en sectores como el de las estaciones de esquí, que se enfrentan, desde hace años, al reto de la escasez o ausencia de nieve durante parte de la temporada en sus cotas más bajas, lo que requiere del uso de cañones de nieve, siempre que acompañen las temperaturas, lo que no siempre se consigue.
Uno de los mejores indicadores de la fiebre pirenaica y la irregular pluviometría son los glaciares, que llevan tiempo en claro retroceso, acelerado por el repunte de las temperaturas de las últimas tres décadas. De los 41 glaciares que había inventariados en 1983, solo quedan 19 en la actualidad (dato de 2016), habiendo quedado el resto convertidos en neveros, ya sin dinámica glaciar. El dato habla por sí solo: en 35 años han desaparecido algo más de la mitad de los glaciares del Pirineo.
Si el calentamiento global sigue al ritmo actual, a finales de siglo –si no antes– los glaciares pirenaicos serán ya cosa del pasado. El informe plantea que en 2050 habrá en los Pirineos un 50% menos de espesor medio de la nieve y que la nieve tendrá un mes menos de permanencia en el suelo. No son unas buenas perspectivas, pero se trata de una proyección climática, y como tal hay que tomarla. Los Pirineos tienen fiebre. Si no sube mucho más –lo que, en parte, depende de nosotros–, conseguiremos adaptarnos al nuevo escenario climático.