¿Existe el bronceado saludable? Esta es la respuesta de los dermatólogos

Estamos en los meses veraniegos, y es habitual que muchas personas tomen el sol en la playa aprovechando las vacaciones. ¿Es una buena noticia ponerse moreno o hay que preocuparse?

Mujer tomando el sol
Una de las estampas más típicas que podemos encontrar estos meses en nuestro país.

Lucir la piel bronceada se ha considerado sinónimo de belleza en casi cualquier cultura del mundo desde tan sólo inicios del siglo pasado. Pero, aunque parezca muy estético, estar moreno no es otra cosa que tener la piel dañada.

El color dorado en la piel es una reacción de nuestro cuerpo frente a la agresión solar a la que lo exponemos. Se trata de una forma de defensa ante la radiación solar, promovida por las células que dan color a la piel, los melanocitos.

Los dermatólogos advierten que estar moreno es la señal de daño solar acumulado en nuestra piel, y conlleva, por tanto, un riesgo mayor de padecer cáncer de piel. Además, este tipo de cáncer puede desarrollarse años más tarde.

El origen del cáncer de piel

Años de investigación y práctica constatan que la exposición solar intensa es la que más se relaciona con el desarrollo de cánceres cutáneos, entre ellos el melanoma. Si no se detecta a tiempo, el melanoma tiene una mayor probabilidad de propagación a otros órganos y partes del cuerpo humano, por eso es potencialmente mortal.

Según la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC), actualmente los cánceres de piel son los más comúnmente diagnosticados en todo el mundo.

Si nos exponemos al sol sin usar fotoprotector de una manera progresiva, provocamos un envejecimiento prematuro en nuestras células, que a largo plazo puede convertirse en cáncer.

Seguro que habrás escuchado la expresión: “la piel tiene memoria”. Según los expertos, esta afirmación es verídica, y la piel acaba pasando factura del tiempo de exposición al sol acumulado sin el uso adecuado de protección.

Cuando la piel sufre una quemadura solar, ésta provoca un enrojecimiento de la misma. Después la piel se descama, incluso a veces aparecen ampollas transitorias que acaban por desaparecer y la piel recobra su apariencia normal como si no hubiese pasado nada, pero el daño originado internamente permanece, advierten los dermatólogos.

Daños en el ADN

La luz ultravioleta del sol deja huella sobre el ADN de los melanocitos, provocando la formación de dímeros de pirimidina.

Los dímeros de pirimidina son lesiones moleculares que desestabilizan la estructura del ADN, abriendo huecos que impiden la réplica correcta en la renovación de las células de la piel. Se trata de mutaciones que se van acumulando y cuando rebasan un umbral determinado, puede aparecer el cáncer de piel.

El riesgo de melanoma es mayor en las personas que usan rayos UVA artificiales para broncearse, ya que las cabinas de bronceado pueden emitir radiación UV de 10 a 15 veces superior a la radiación UV solar.

Las mutaciones provocan que los melanocitos pierdan el control de su capacidad de multiplicarse. Esto sucede cuando los daños producidos por la radiación solar superan la capacidad del organismo para su reparación. Si las propias células no detienen su proliferación o el sistema inmunitario no es capaz de detectarlas y destruirlas, aparecerá un melanoma.

Es imprescindible el uso de fotoprotección

Todavía hoy en día hay personas que no usan fotoprotector durante la exposición solar. Pero ni la piel se acostumbra al sol, ni tomar betacarotenos puede reemplazar el uso de fotoprotectores solares.

Los betacarotenos que contienen algunos alimentos, como por ejemplo, las zanahorias, tienen un efecto antioxidante y pueden de cierta manera, ayudar a estar más protegidos, pero no sustituyen a la fotoprotección que proporcionan las cremas solares.

El “callo solar” que circula por redes no es una forma de tolerancia de la piel, sino todo lo contrario. Los rayos ultravioleta B (UVB) rompen el ADN. En este proceso, internamente lo que ocurre es un mecanismo de defensa frente a las radiaciones solares. La piel crea una pantalla de pigmentación más oscura que mitiga el daño que los rayos ultravioleta, sobre todo los rayos ultravioleta B (UVB), producen sobre nuestro ADN.

Lo más seguro para nuestra piel es utilizar productos de venta en farmacias que han sido testados y probados por dermatólogos. Cuanto más bajo sea el factor de protección, habrá que renovarlo de forma más frecuente.

El número de fotoprotección o FPS figura en los envases de los fotoprotectores, e indica el tiempo que la aplicación del producto retrasa la aparición de una quemadura. Los expertos recomiendan el uso de un factor de protección alto o muy alto, por ejemplo factor 50. Factor 100 si hay antecedentes familiares de tumores en la piel.

La paradoja de la protección solar

Que usemos fotoprotector no es sinónimo de que podamos tomar más el sol. Algunos expertos llaman a esta tendencia la “paradoja de la protección solar”.

Una tendencia creciente según la cual el aumento en el uso de cremas solares está correlacionado con una mayor exposición al sol, ya que genera una sensación engañosa de seguridad.

Según los dermatólogos, de octubre a mayo, después del período estival, que es cuando la piel ha recibido ración extra de sol, es la mejor época para una revisión de la piel. Se comprueba que la piel no ha sufrido daños y reduce las altas tasas de tumores ocasionados por el sol, debido a la importancia en su prevención.

Se estima que este año serán diagnosticados más de 7.800 casos de melanoma en España, según la Sociedad Española de Oncología Médica, (SEOM).

Pero antes de acudir al especialista, se debe dejar pasar un tiempo tras la exposición solar, porque ésta estimula la pigmentación de los lunares o su crecimiento, lo que pueden inducir a error en su evaluación.