Cambio climático: ¿están desapareciendo el otoño y la primavera en España?
La sensación que cada vez los veranos duran más y las estaciones de transición se difuminan se va confirmando gracias a los datos. Períodos de intenso calor que se producen en el seno de la primavera y otoño son cada vez más frecuentes. ¿Es la nueva realidad climática?
La mítica frase del eterno verano al final quizás será una realidad. Las temperaturas están siendo claramente veraniegas desde el mes de mayo, con un episodio de calor muy prematuro. Hace seis meses que vivimos un verano permanente y continuo, que nos ha dejado una estación sofocante y tórrido en muchos puntos del país.
Estos días las anomalías térmicas continúan oscilando entre los 6 y los 10 ºC en el centro, mitad este y Baleares, debido a esa masa de aire cálido impulsada por la borrasca Armand, situada frente al oeste peninsular. El presente otoño está siendo prácticamente un veranillo continuo y persistente, lo que hoy en día se conoce popularmente como "veroño".
De hecho, se está constatando un aumento de intrusiones de polvo sahariano y aire muy cálido de procedencia norafricana que, a su vez, explicarían muchos de estos episodios reiterados de temperaturas por encima de la media.
Veranos cada vez más largos
Según se desprende en varios estudios de la AEMET, los veranos empiezan una semana antes cada década y terminan unos tres días después del verano. En medio siglo, el verano le ha ganado un mes a la primavera.
Si analizamos este año, el verano ha empezado cuatro semanas antes y aún no ha finalizado en algunas zonas. Terminará, térmicamente hablando, ya en el mes de noviembre. Así pues, el verano le ha robado un mes a la primavera y casi dos meses al otoño.
El calentamiento global provoca que las temperaturas medias vayan subiendo en todas las estaciones del año, y especialmente en los meses cálidos, hecho que provoca veranos cada vez más tórridos, inviernos en general un poco más suaves y equinoccios semiestivales, pero con contrastes y saltos bruscos del frío al calor o viceversa.
AEMET afirma que el verano se alarga 10 días por década en promedio, y actualmente tenemos casi 5 semanas más que a comienzos de los años 80 con valores veraniegos.
La variabilidad anual de la temperatura media en España nos muestra que desde 1970 las temperaturas son cada vez más elevadas, con un ascenso más significativo y evidente en primavera y verano. Eso se traduce en qué el verano es la estación más afectada por el cambio climático y, a su vez, un periodo cada vez más largo y más cálido.
El Mediterráneo se está tropicalizando
Los datos lo corroboran. La temperatura superficial del Mediterráneo ha aumentado 1,4 ºC desde principios de los años 80, según los indicadores proporcionados por el CEAM (Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo). Esta circunstancia influye de forma evidente en la persistencia de calor y bochorno más allá del verano.
Un mar más cálido tiene efectos también en las noches tropicales, con un incremento evidente de noches por encima de los 20 ºC. Por ejemplo, Barcelona ha batido su récord de noches tropicales, con 114 noches desde principios de año. Este otoño también sucede lo mismo en la capital catalana: la media climática de noches tropicales ronda las 5, y este año ya llevan 25 registradas (y aún no ha terminado la estación).
Factores que explican la prolongación de las temperaturas estivales
Este es el diagnóstico. Si analizamos las causas, podemos apuntar varios factores que pueden influir.
En primer lugar, se pueden atribuir cambios en los patrones atmosféricos dentro de una variabilidad natural del clima. Luismi Pérez, geógrafo y climatólogo de Ràdio Televisió d'Andorra (RTVA) y Aragón Radio, apunta que el período de retorno de veranos muy largos podría ser de dos décadas. Si miramos hacia atrás, constatamos que el 2003 y el 1984 tuvieron veranos fuertes y prolongados hacia los equinoccios.
Por otro lado, el componente de cambio climático por supuesto que influye, pero no sabemos con certeza aún el mecanismo o la correlación en ese comportamiento de las masas de aire. Según Pérez, el calentamiento del Ártico implica menos diferencia térmica entre el ecuador y el polo norte, generando una mayor ondulación del chorro polar, y que las masas de aire sean más persistentes, como por ejemplo las de origen subtropical.
En tercer lugar, una permanencia o estancamiento de los anticiclones subtropicales propios del verano. Rubén del Campo, portavoz de AEMET nos explica que estas altas presiones se instalan antes en nuestro país y se retiran más tarde dentro la variabilidad interanual. Eso podría ir en consonancia con la expansión hacia el norte de la célula de Hadley subtropical.
Finalmente, destacar que en los últimos años hemos observado empíricamente la colocación de borrascas y zonas de aire frío en el Atlántico o frente al oeste peninsular, arrastrando de esta forma aire muy cálido hacia la Península Ibérica.
Consecuencias en la economía: algunas podrían ser positivas
Si se va confirmando este cambio de patrones y sucesión de las estaciones del año, podremos ver afectaciones positivas y negativas en función del sector económico y social.
El turismo de sol y playa verá un aumento prolongado de la demanda durante más de 6 meses al año, hecho que dinamizará mucho los destinos del litoral mediterráneo y Baleares. Sin embargo, dentro del mismo sector terciario el turismo de nieve y montaña verá con preocupación esa extensión del verano para sus negocios, dónde la nieve y el frío son básicos para su existencia.
Las empresas energéticas, por una parte, podrán incrementar los beneficios en verano debido a un aumento considerable de la demanda derivado de las olas de calor, pero una disminución de las calefacciones en otoño e invierno debido a esa suavización térmica.
Por último, el sector de la ropa y los complementos. Los fabricantes de anoraks, bufandas, y manga larga, etc... tendrán que diversificar su producción o pasar a producir indumentaria de verano y más bañadores.