Esperanza de vida saludable, el indicador óptimo para determinar la edad de jubilación
¿Vivir más supone que ese tiempo ganado a la vida debe emplearse en trabajar más años? El debate social está servido, y expertos en demografía, salud y sociología opinan al respecto.
En España, los trabajadores que aspiran a jubilarse este año con el 100% de la pensión tendrán que haber cumplido 66 años y cuatro meses de edad (65 si se han cotizado más de 37 años y nueve meses). Para 2027, será ya de 67. En Portugal, la ley marca los 66 años y siete meses como edad mínima legal para acceder a las pensiones por jubilación. En Alemania, Italia o Grecia alcanza los 67.
Francia cuenta con una edad de jubilación de las más bajas de la Unión Europea (62 años y tres meses), pero el Gobierno propone subirla progresivamente hasta los 64 en 2030. Un anuncio que, el pasado mes de marzo, provocó una fuerte contestación social en el país galo.
La oleada de protestas en París y la petición del Círculo de Empresarios, con sede en Madrid, de aplicar incentivos para llevar la jubilación a los 72 años de forma voluntaria, han reabierto el debate social internacional sobre la edad para retirarse de la vida laboral.
Precisamente, el ministro de Trabajo francés, Olivier Dussopt, justificó la reforma de las pensiones en el aumento de la esperanza de vida, que en la Unión Europea se sitúa actualmente en los 80,1 años de media, según Eurostat (1,2 años menos que en 2019 por el fuerte aumento de la mortalidad a causa de la pandemia de COVID-19).
Esperanza de vida versus expectativas de vida saludable
Sin embargo, que las personas podamos vivir más tiempo no es sinónimo de que lo hagamos con buena salud. Es decir, las teorías que se apoyan en el incremento de la esperanza de vida como un simple cálculo estadístico para retrasar la edad de jubilación no tienen en cuenta la relación entre la edad de salida de la vida laboral y las expectativas de vida saludable.
Es lo que argumenta Jeroen Spijker, Doctor en Demografía por la Universidad de Groninga (Países Bajos) y corresponsable del área de investigación sobre salud y envejecimiento del Centro de Estudios Demográficos, dependiente de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En su ponencia “¿Cómo deberíamos medir el envejecimiento de la población: Utilizar la tasa de dependencia de población envejecida o hay una alternativa?”, publicado por el Centro Internacional sobre el Envejecimiento, ubicado en Salamanca, Spijker considera observar la vejez desde sus dos dimensiones: la edad cronológica y la esperanza de vida restante, lo que ofrece una imagen más equilibrada del envejecimiento.
Pasar parte de los años que le ganamos a la vida trabajando
En la Unión Europea, la edad media de esperanza de vida saludable –en ausencia de limitaciones funcionales, enfermedades crónicas o discapacidad– se sitúa en los 75 años. Para quienes se jubilan del mercado laboral a los 67 años, eso significa disponer de 8 años de vida saludable después de la jubilación, de promedio.
Y aquí surgen otras voces autorizadas, como la de Unai Martín Roncero, profesor del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad del País Vasco y miembro del Grupo de Investigación en Determinantes Sociales de la Salud y Cambio Demográfico OPIK, quien recuerda que la demografía no dice que los años que ganamos a la vida tengan que ser trabajando, bajo la lógica, muy básica, de que "si vives dos años más, debes trabajar dos años más".
“Hay muchas maneras de invertir ese tiempo. Es una decisión política que no puede tomarse por razones demográficas”, aseguró ante los senadores españoles integrantes de una Comisión Especial sobre la evolución demográfica a la que acudió como experto invitado. Y apunta una solución a un problema –el del sostenimiento del sistema público de pensiones– que, a su juicio, es económico y no demográfico: “Si se redujese el paro, conseguiríamos casi el mismo número de personas activas aportando al sistema que retrasando la edad de jubilación”.
Martín Roncero aporta otra clave para considerar no sólo la esperanza de vida, sino la esperanza de vida con buena salud y es que, si conseguimos vivir más años y vivirlos mejor, el gasto sanitario por parte de la población mayor será menor.
A mayor edad, bajas más largas
Otro dato económico a tomar en consideración es que la edad resulta determinante en el número de bajas por incapacidad temporal, según recoge la Seguridad Social en su estadística sobre esta cuestión. Y es que, en los mayores de 55 años hasta los 65, las bajas médicas aumentan el 24%.
Un factor que también afecta a su duración. Entre los 16 y los 24 años la mitad de las bajas no duran más de cinco días, pero una de cada tres incapacidades temporales de los mayores de 55 años se prolonga más de un mes. Todo ello supone un coste elevado para el sistema y las empresas.
Trabajar más años en algunos empleos acorta la vida
Por último, un estudio académico con la participación de la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad de Mannheim (Alemania), muestra el impacto del retraso de la jubilación, que tiene un efecto directo en el índice de supervivencia en el caso de empleados en trabajos poco cualificados y física y psicosocialmente exigentes, situados en la franja entre los 60 y los 69 años.
En estos casos, retrasar un año la salida del mercado laboral aumenta el riesgo de morir tempranamente en 4,2 puntos porcentuales (equivalente a un aumento relativo del 43%).