El vórtice polar estratosférico se dispara, ¿qué efectos puede tener?
La circulación de los niveles más altos de la atmósfera también varía estacionalmente, como lo hace en la troposfera. Sin embargo, este año parece que esas variaciones pueden ser muy anómalas y de consecuencias difíciles de prever.
Con el avance del otoño, la radiación solar en el hemisferio norte se aproxima a su mínimo. La diferencia de temperatura entre el polo y el ecuador aumenta progresivamente a medida que este último se cubre de hielo y nieve. Así las temperaturas, tanto en el casquete polar como en zonas continentales, disminuye drásticamente. Esto contrasta con el ambiente templado y los mares relativamente cálidos que todavía se conservan en latitudes tropicales y subtropicales.
La circulación en la troposfera se refuerza ante estos cambios, sobre todo debido al mayor contraste térmico. Algo parecido sucede en capas más altas, ya en la estratosfera, pero el comportamiento del aire a estos niveles empieza a ser distinto al que encontramos en la troposfera. Para empezar la densidad del aire es del orden de 100 veces inferior y la influencia de los continentes y el relieve a esta altitud prácticamente se desvanece, al menos de forma directa.
Este año el vórtice polar estratosférico está acelerando a buen ritmo, ya presenta velocidades superiores a los 200 km/h en el nivel de presión de 10hPa (por encima de 25 km de altura) y durante los próximos días este valor puede acercarse a los 250 km/h. Pero los valores más intrigantes los encontramos al observar las predicciones a largo plazo, de cara ya a finales de mes o principios de diciembre, cuando podría superar los 300 km/h, alcanzando valores con potencial de récord.
Aunque estamos hablando de muy largo plazo, es importante tener en cuenta que estas predicciones no son comparables a las habituales. La estratosfera es una capa estable, sin influencia de obstáculos, con pocos movimientos verticales y cuyo análisis es de escala planetaria. Esto permite que las predicciones a varias semanas vista sean razonablemente precisas, mientras que en la troposfera, como bien sabemos, la incertidumbre se dispara para plazos de predicción inferiores a una semana.
¿Podría influir en las primeras semanas del invierno?
Pues lo cierto es que sí, pero obviamente con un cierto grado de incertidumbre y hablando siempre a escala global o hemisférica, y nunca regional o local. Un vórtice polar estratosférico excesivamente fuerte tiene potencial de propagarse a capas inferiores y suele estar ligado a una circulación del chorro polar más intensa y estable.
En el Atlántico, un chorro polar fuerte suele traer como consecuencia una NAO (oscilación del Atlántico Norte) positiva y, por tanto, un fuerte gradiente de presión que facilita los grandes temporales del oeste en Europa occidental, pero limitando los desalojos de aire muy frío desde el Ártico. En la Península Ibérica suele estar detrás de largos periodos anticiclónicos acompañados por eventuales advecciones del oeste si el chorro oscila o desciende de latitud. Un escenario que podría ser probable durante el comienzo del invierno.
Sin embargo, hay que recordar que una simple onda en la circulación puede alterar o invertir totalmente la situación frente a la esperada con este escenario en una zona local como puede ser la Península Ibérica. Por tanto, aunque podemos aventurarnos a predecir qué escenarios sinópticos pueden ser los más probables durante este comienzo del invierno, no podemos en ningún caso darlos por seguros.