El lado oscuro de la industria del azúcar: desinformación y enfermedades crónicas según la ciencia

Para preservar sus intereses, durante décadas, el lobby azucarero ha desviado la atención sobre los efectos perniciosos para la salud asociados al consumo excesivo de azúcar. ¡Cuidado! También está oculto en muchos más alimentos procesados de lo que pensamos.

Decidir moderar el consumo de azúcar es una sabia elección para mejorar nuestra salud.

Durante siglos, el azúcar ha sido parte esencial de la alimentación humana. En la dieta moderna se encuentra en una amplia variedad de productos, desde refrescos y pastelería hasta alimentos procesados que ni siquiera se perciben como dulces, en los que se emplea como un potente conservante y para equilibrar la acidez o el amargor.

En cantidades moderadas, el azúcar no tiene por qué dañar nuestra salud. El problema radica en su consumo excesivo y en la falta de transparencia sobre sus efectos en el organismo.

La primera denominación del azúcar fue sarkura, mientras que su nombre científico es sacarosa. La caña de azúcar procede de Asia, y como el arroz, es una gramínea tropical.

    Descubrir cómo la ciencia ha desenmascarado los vínculos entre el azúcar y las enfermedades crónicas —y cómo la industria ha intentado ocultarlos— es esencial para tomar decisiones informadas y proteger la salud individual y pública.

    Un aumento drástico del consumo de azúcar

    Durante el último siglo el consumo global de azúcar ha aumentado drásticamente de la mano del desarrollo de la industria alimentaria. En muchos países, la ingesta diaria supera con creces las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere que los azúcares libres no deberían superar el 10% del total de calorías diarias, y que lo ideal sería reducirlo al 5%.

    Esta sobreexposición se debe a malos hábitos alimentarios −un solo vaso de refresco azucarado equivale a unos 9 terrones de azúcar− pero también a su presencia oculta en alimentos aparentemente inocuos como cereales, yogures, salsas y pan.

    Evidencias científicas y enfermedades crónicas

    Numerosos estudios han demostrado ya que el consumo excesivo de azúcar −que también es altamente adictivo− está estrechamente vinculado a la obesidad, una de las principales causas de mortalidad en el mundo.

    Debido a su impacto negativo en la regulación de la insulina, la diabetes tipo 2 también ha sido asociada con una alta ingesta de azúcares añadidos. Además, el exceso de azúcar puede elevar los niveles de triglicéridos y colesterol LDL (el “malo”), lo que favorece la aparición de enfermedades cardiovasculares.

    Otro vínculo explorado por la ciencia es el que existe entre el azúcar y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. Algunos científicos ya lo denominan “diabetes tipo 3” por la forma en que el metabolismo de la glucosa puede llegar a afectar al cerebro. Lo mismo sucede con algunos cánceres, como el de próstata.

    A pesar de las evidencias científicas, la percepción pública sobre el azúcar se ha ido modelando paulatinamente por campañas de desinformación que han minimizado sus efectos negativos, la mayoría de las veces impulsadas por la propia industria azucarera.

    Transparencia e información para proteger la salud pública

    Igual que ocurrió con la industria tabacalera en el siglo XX, el lobby azucarero ha estado involucrado en campañas para ocultar los efectos nocivos de su producto.

    Documentos internos revelados en 2016 por investigadores de la Universidad de California demostraron que, en los años 60 y 70, para mantener sus beneficios, grandes corporaciones azucareras financiaron estudios científicos diseñados para desviar la atención del azúcar como causa de enfermedades cardíacas, culpando en su lugar a las grasas saturadas.

    Esta estrategia no solo influyó en investigaciones académicas, sino también en políticas de salud pública y en las recomendaciones nutricionales que durante décadas minimizaron el papel del azúcar en el desarrollo de enfermedades.

    A través de contratación de supuestos expertos, patrocinios de eventos médicos y campañas de marketing, la industria logró sembrar dudas en la población, dificultando una comprensión clara de los riesgos reales.

    Hoy, el desarrollo de investigaciones independientes y una mayor conciencia pública, han logrado revertir esta tendencia. Muchos gobiernos han implementado medidas como el etiquetado frontal de advertencia, impuestos a las bebidas azucaradas y campañas educativas para reducir el consumo de azúcar, un dulce enemigo para nuestra salud.