La canícula se está alargando en España, ¿cuándo podrían acabar este año los días más calurosos?
La canícula es el periodo del año más caluroso según las estadísticas climatológicas. Aunque se localiza en la parte central del verano, los días de calor canicular están aumentando.
Solemos identificar la canícula con los días más calurosos del año, que según las estadísticas climatológicas situaríamos entre el 15 de julio y el 15 de agosto, aunque no hay un acuerdo general sobre esto.
El Diccionario de la Real Academia Española define canícula como “el periodo del año en que son más fuertes los calores y que suele computarse del 23 de julio al 2 de septiembre”; por lo tanto, incluiría el mes de agosto en su totalidad, lo que no es del todo razonable desde el punto de vista climatológico, ya que es bastante habitual (o lo era hasta hace no mucho) que en la segunda mitad de ese mes empiece a aflojar el calor, aunque esto no es una regla fija.
Dependiendo de la zona de España que consideremos, la devoción a determinados santos patronos fija el periodo canicular. Por ejemplo, en Baleares hay un dicho popular que, refiriéndose a ella, dice que “la monja la enciende y el fraile la apaga”. La monja es Santa Margarita, que se celebra el 20 de julio, y el fraile es San Bernardo, cuya festividad es el 20 de agosto; fecha en la que se daría por terminada la canícula.
No obstante, el dicho popular más extendido es el que afirma que “De Virgen a Virgen, el calor aprieta firme”. La primera de las vírgenes a la que alude el refrán es la del Carmen (cuya onomástica se celebra el 16 de julio) y la segunda es la Asunción, que se celebra el 15 de agosto.
Antecedentes históricos de la canícula
La palabra “canícula” tiene su origen en la estrella Sirio, que se localiza en la constelación del Can Mayor. La palabra “can” deriva de la palabra en latín canis, que significa “perro”, por lo que canícula podríamos traducirlo como perrita o perrilla. El perro era un animal simbólico en las antiguas culturas, al que los griegos le dieron un carácter mitológico al situarlo, justamente, en el firmamento, representado por las constelaciones del Can Mayor y el Can Menor. Estos dos “perros celestiales” acompañan en el cielo nocturno al cazador Orión, que es una de las constelaciones más fácilmente reconocibles en las noches invernales del hemisferio norte.
Históricamente, y en no pocas culturas, la figura del perro se ha relacionado con las calamidades y desgracias. Esas desgracias (pandemias, plagas de insectos…) venían a menudo asociadas a los fuertes calores estivales. El nombre “Sirio” tiene su origen en la palabra griega serios, que significa “ardiente”. La estrella se conocía como “la abrasadora” y se pensaba que su aparición era capaz de provocar una fiebre mortal como, por ejemplo, la rabia de los perros. De hecho, los nombres de las dos constelaciones caninas tienen su origen en dicha circunstancia.
La aparición de Sirio por el horizonte, poco antes de la salida del sol, marcaba en el antiguo calendario egipcio el inicio de la estación de la inundación del Nilo, lo que ellos llamaban Akhet. Esa fecha coincidía aproximadamente con el inicio de nuestro verano boreal actual (el solsticio), hacia mediados del mes de junio. Año tras año, la estrella Sirio –llamada Sothis por los antiguos egipcios – indicaba el momento en el que las fértiles riberas del río Nilo comenzaban a inundarse.
La causa por la que ahora los “días de canícula” se sitúan en fechas más tardías que durante la época de los faraones, reside en la rotación de la Tierra; más concretamente en la llamada precesión de los equinoccios. La precesión es el resultado del movimiento basculante al que se ve sometido el eje de rotación terrestre (similar al cabeceo en el giro de una peonza), y tarda en completar un ciclo aproximadamente 26.000 años.
En la actualidad, el eje terrestre está inclinado con respecto al plano de la eclíptica (el de la órbita terrestre) aproximadamente 23,4º, pero hace unos 5.000 años, justo cuando la salida de la estrella Sirio por el horizonte coincidía con el solsticio de verano, la inclinación del eje era algo mayor y, en consecuencia, los “días de canícula” se iniciaban a finales de junio en vez de entre mediados de julio y agosto, como ocurre en hoy en día.
Aumento de los días con calor canicular
Desde que el calentamiento global entró en escena, y de forma cada vez más acusada, el calor canicular ya no es exclusivo del periodo central del verano, que como acabamos de contar se fue moviendo en el calendario, desde la ápoca del Antiguo Egipto hasta nuestros días. Las altas temperaturas fuera de fecha son cada vez más recurrentes, lo que no solo certifica que el citado calentamiento global avanza con paso firme, sino que se está intensificando y acelerando.
Además, dicha circunstancia está provocando cambios cada vez más perceptibles en la circulación atmosférica en latitudes templadas. El protagonismo que están teniendo las dorsales de aire muy cálido y seco subtropical, invita a pensar en que llevan la huella del cambio climático, a través de un probable forzamiento de las anomalías cálidas en el comportamiento meteorológico.
La cadencia con la que se están produciendo a todas las escalas (global, regional y local) anomalías cálidas es un claro indicador de la carrerilla con la que se está calentando la baja atmósfera y la superficie oceánica, cada vez con más episodios de calor extremo y temperaturas inusualmente altas no sólo en la época estival. Todo esto está cambiando con rapidez. La canícula sigue ocupando la parte central del verano, pero su alargamiento es evidente, aparte del aumento de episodios de calor canicular tanto en primavera como en otoño.