Eduardo Lolumo: “El clima cambia ahora por causas antrópicas a una velocidad jamás vista"
Para el popular divulgador, “adaptarse” es un verbo clave a la hora de hablar de cambio climático. Pero también pide más ciencia, rigor y hacer accesible a la ciudadanía la comprensión de las causas y consecuencias de esta problemática.
Eduardo Lolumo, geógrafo y meteorólogo, es también el popular y querido ‘hombre del tiempo’ en Aragón Televisión. Este divulgador nato, cercano y afable, dirige desde 2017 un curso de verano sobre tiempo y clima en la Universidad de la Experiencia de Zaragoza.
Este año, bajo el título ‘Atmósfera, tiempo y cambio climático’, se celebrará entre los días 10 y 12 de julio en la sede de Jaca (Huesca), y volverá a contar con numerosos expertos e investigadores de este ámbito. ¿El reto? Que cualquier persona pueda comprender el sistema climático terrestre y todos los fenómenos atmosféricos que lo componen y explican.
Meteored ha tenido la oportunidad de charlar con él mientras ultima los preparativos de un foro que se ha convertido en todo un clásico y una cita imprescindible para los amantes de la meteorología.
Su curso extraordinario de verano de la Universidad de Zaragoza sobre tiempo y clima se consolida con su octava edición. Desde que arrancó, ¿percibe un incremento del interés de la ciudadanía por estas cuestiones?
Sin duda alguna. Al margen de la preocupación que siempre ha supuesto para la gente del campo o del mar, hablar del tiempo era un simple recurso fácil a la hora de solventar conversaciones triviales del día a día o en situaciones un tanto incómodas. A quién no le ha pasado dentro de un ascensor o en la sala de espera de una consulta médica…
Sin embargo, ahora, conocer si las condiciones atmosféricas son favorables o no, es determinante para nuestro estilo de vida actual. Por ejemplo, a la hora de planificar nuestras actividades al aire libre o un viaje.
Si, además, añadimos la preocupación y la concienciación por los temas relacionados con el cambio climático, hay otra razón más para percibir ese incremento del interés en estas cuestiones por parte de la ciudadanía.
Ninguna en especial, tan solo el interés por estos temas ligados a la meteorología y la climatología, tanto a nivel profesional, como personal, o simplemente por curiosidad por conocer algo más de eso que nos acompaña durante toda la vida que es el comportamiento de la atmósfera y todas sus manifestaciones.
Se trata de un curso extraordinario de la Universidad, pero eso no tiene que asustar a nadie que no tenga una preparación previa en estos temas. Es un curso de verano y, como tal, está destinado a presentar a la gente aspectos de su vida diaria que condicionan su existencia y explicarlos un poco bajo el manto de la ciencia y el conocimiento.
Lo que intentamos es que la gente aprenda, pero disfrutando en tres días de convivencia en el que nos vamos hasta de excursión.
Los divulgadores, los científicos y todo el mundo relacionado con estas cuestiones debemos hacer lo mismo que se realiza en otras ramas del saber: poner al alcance de la gente más o menos profana todo lo relacionado con los estudios, las hipótesis, los resultados y las conclusiones que haya en torno a las ciencias del tiempo y del clima.
Divulgar con el máximo rigor que la ciencia tiene de por sí. Ni más ni menos. Pero también abriendo la posibilidad al debate, al pensamiento, a recoger otras propuestas. Recordemos que estamos ante ciencias no exactas, por lo tanto, hay cierto margen de incertidumbre que no hay que obviar. La ética en estos temas la marca la misma ciencia.
Yo soy un amante de las tradiciones relacionadas con el tiempo y el clima. Solo el hecho de observar los intentos de la humanidad por explicar todo lo que nos acontece en general, y lo relacionado a los fenómenos atmosféricos en particular, mucho antes de que pudiéramos experimentar con los medios que tenemos ahora, merece ponerlo en valor.
Para mí, esa evolución resulta tan interesante como observar los últimos avances en predicción a través de la Inteligencia Artificial. Pero claro, cada cosa en su sitio. No podemos seguir prediciendo el tiempo de la forma en la que se hacía hace cien años porque la ciencia ha avanzado tanto que va dejando obsoletas las prácticas previas.
Cualquier intento de traer a la actualidad esas formas de predicción que tienen que ver con la magia, con el encanto, pero también con la ignorancia, me parece romántico, pero nada más.
Ni cabañuelas, ni témporas, ni comportamientos poco estudiados de ciertos animales tienen nada que ver con la ciencia, y solo hace falta pararse y comprobar sus resultados… Son los mismo que tirar una moneda y que salga cara o cruz.
Sí, de todas esas formas tradicionales de predecir el tiempo o de describir el clima yo salvaría los refranes. Quizás no todos, pero sí la mayoría. Tal y como yo los he estudiado son una fuente de información meteorología y climática basada en la experiencia, en hechos empíricos en un lugar y momento determinado.
Otros nos hablan del comportamiento habitual de un clima determinado, que nos puede llevar a recordatorios de momentos claves en el mundo agropecuario, como la cosecha, la siembra, o las heladas tardías… Pero eso sí, tampoco le asignemos infalibilidad a las predicciones de los refranes cuando la propia ciencia meteorológica, a día de hoy, tampoco la tiene.
En cualquier caso, tradición popular y ciencia no tienen por qué ser enemigas. Aunque cualquier intento de poner al mismo nivel ambas cosas me parece, sin duda, temerario, y para nada científico. Hay que evitarlo tanto por nuestra parte como por parte de quienes parece que solo buscan portadas por afán de protagonismo o de simple amarillismo por parte de medios de comunicación.
Pues solo hay una forma: primero escuchar, por respeto. E, inmediatamente después, argumentar y explicar. Pero explicar con la ciencia bajo el brazo y no con el dogma. Es una cuestión compleja, y lo que se sabe hasta ahora del
comportamiento de la atmósfera y de la evolución actual del sistema climático tiene un margen de incertidumbre en cuanto a sus conclusiones.
Pero, hasta el momento, la explicación más válida y científica de todo lo que ocurre a nuestro alrededor en cuanto al tiempo y al clima, se debe a una exacerbación del efecto invernadero provocado por la actividad humana, que está llevando a una variación en la composición de la atmósfera, y a un calentamiento global rápido, sin precedentes recientes, que está alterando profundamente el equilibrio dinámico del sistema climático.
El clima de la Tierra siempre ha cambiado a lo largo de nuestra historia por causas naturales, pero ahora lo hace también por causas antrópicas a una velocidad jamás vista.
Yo soy geógrafo y mi visión incluye la ordenación del territorio y los usos distintos que se le están dando a la superficie de la Tierra. Y, claro que las actividades productivas están modificando el clima.
La Península Ibérica y Baleares están situadas en una zona de frontera entre dos ámbitos climáticos bien distintos. Las masas de aire tropicales y las masas de aire polares, que no se mezclan. Cada uno tiene sus características propias y su comportamiento bien definido y conocido.
Estamos al sur de la zona templada, muy cerquita de los anticiclones dinámicos que generan el mayor desierto del mundo, y algo más alejados de las borrascas de las latitudes medias. Y eso, más un relieve bien complicado en nuestra península genera nuestro clima, que no podemos calificar en singular.
Nuestra variedad climática es más rica que en ningún otro país europeo: desde climas de alta montaña hasta desérticos, pasando por el genuino clima mediterráneo con el que tantas veces se nos define. Si a todo esto añadimos los climas de las Islas Canarias, la complejidad y diversidad es absoluta.
Con esto quiero decir, que la evolución de nuestros climas irá en función del momento de partida, y hablar de que nuestro país, por ejemplo, va camino de una segura desertificación es exagerado cuando en las rías gallegas o en puntos del Alto Pirineo llueve 2000 l/m2 anuales. Hay que particularizar, y no hay que generalizar porque se pierde el mensaje.
Sin duda alguna, en un escenario de temperaturas más altas como el que tenemos, y como el que parece que vamos a seguir teniendo, la eficiencia de las precipitaciones, cuya cantidad no parece que vaya a variar mucho pero sí su distribución, será menor debido a una mayor evapotranspiración.
Esto supone que los climas esteparios en nuestro país, con mayor aridez y una menor disponibilidad de agua, van ganando terreno.
Pero el cambio climático no es el responsable único de todo lo que nos ocurre. Gran parte de nuestro país tiene un clima con periodos recurrentes de sequías, desde siempre.
Creo que este concepto hay que relacionarlo con países cuya supervivencia diaria está ligada, entre otras cosas, a las condiciones atmosféricas y climáticas. Comparar lo que ocurre en países del Sahel, por ejemplo, con el nuestro es banalizar el tema.
En nuestro país solo hablaríamos de refugiados climáticos vinculados al ocio vacacional, porque España siempre ha sido, en cierto modo, un refugio climático para la gente jubilada de Europa que huye del cielo gris y lluvioso de otras partes, y ahora tenemos veranos más intensos.
Son daños colaterales del calentamiento global y habrá que adaptarse, que es un verbo fundamental que no podemos olvidar.
España, como país del primer mundo y como parte de la Unión Europea, solo sufrirá de refilón algunos de los efectos ligados al cambio climático.
Nada comparable a las regiones más vulnerables del mundo situadas en el ámbito intertropical, donde creo que la situación será mucho más alarmante, pero no sólo por esta cuestión, sino por la situación geopolítica y social actual de nuestro mundo, que es algo que va mucho más allá.
El problema, como con todo, es cuando se politiza el asunto y ya no se esgrimen razones científicas, sino lo que se quiere oír para que se vote más. Yo creo que nuestros políticos, pero también la ciudadanía en general, adolece de una buena información y formación en estos temas.
Conocer lo que nos rodea es el principio para poder opinar, disentir o confirmar, lo que sea. Pero conocer y que te den a conocer, sin ambages, resultados, leyes, comprobaciones, hipótesis, en definitiva, ciencia, ciencia y más ciencia. Y comunicar lo que la ciencia dice, pero bajando a la calle y explicando, no solo en las aulas.
Si los políticos y quienes tienen capacidad para tomar decisiones ligadas al interés económico desconocen el punto de partida de todo, es fácil tergiversar el discurso. A nadie que le expliques que 4+4 son 8 te puede decir lo contrario. Pues aquí igual, sin la exactitud matemática y con posibilidad de dudar, pero con el mismo rigor.
Uf, vaya papelón, no debe ser nada fácil ser presidente del Gobierno o ministro y pretender saber de todo de repente. Yo me asesoraría aquellos que saben y conocen a través de la ciencia. Pero también los sindicatos, las patronales, y la sociedad en general.
Creo que, en todo esto, tiene mucho que ver el Ministerio de Educación y Cultura, del que deberían partir todas las medidas para implantar en todos los colegios, institutos, y desde luego universidades. Hacen falta materias, actividades, seminarios que traten estos temas relacionados con la vida misma, como son los fenómenos del tiempo y del clima.
Es muy decepcionante ver cómo en carreras como periodismo no hay materias medioambientales en el currículo, y menos aún dedicadas a la Meteorología y a la Climatología, y ahí nacen los profesionales que nos informan.
Así que no nos extrañe después que una persona sin ningún tipo de formación, con ganas de notoriedad y con cuatro artículos leídos al azar, pueda subirse al púlpito de cualquier red social y arengar a las masas. O que los políticos confundan tiempo y clima.
Sí. Y en esta línea está el curso extraordinario de la Universidad de Zaragoza que volvemos a realizar en Jaca, “Atmósfera, tiempo y cambio climático”. Queremos intentar que todo el mundo vea desde la perspectiva de la ciencia lo se ha plantea y se vive con respecto al tiempo y el clima.
Yo a veces bromeo diciendo que queremos que la gente que viene al curso salga como “Doctor Honoris Causa” en conversaciones de ascensor.
En definitiva, pido ciencia, pero también formación en la ciencia y divulgación sin panfletos que solo buscan titulares. Hay que empoderar a las personas, darles evidencias, animarlas a pensar analíticamente, a reflexionar y no solo a dar pábulo a la intuición, así quizás se pueda evitar caer en teorías conspiratorias nada saludables.