Dicen que la erupción de Islandia no paralizará el tráfico aéreo en Europa, ¿por qué están tan seguros?
Hace unos días comenzaba la esperada erupción en la península de Reykjanes, en Islandia. La fisura se abrió muy cerca de Grindavík y del aeropuerto de Keflavík, pero por ahora no parece que vaya a afectar al tráfico aéreo.
En estas últimas semanas se han producido miles de seísmos en la costa del suroeste de Islandia. En esta nación insular son frecuentes los terremotos y las erupciones, ya que esta preciosa isla se encuentra entre los límites de las placas euroasiática y norteamericana.
Hace unos días, un terremoto precursor anunciaba una nueva erupción muy cerca de la ciudad Grindavík. Debido a este evento, se temió por momentos que muchos de los vuelos fueran cancelados. Sn embargo, finalmente el tráfico aéreo no se ha paralizado.
¿Cómo afecta un volcán al tráfico aéreo?
Para empezar, no todas las erupciones de los volcanes son iguales ni tienen la misma intensidad. En abril del 2022, el volcán Shiveluch, en la península rusa de Kamchatka, provocó la mayor lluvia de cenizas de los últimos 60 años. Este hecho sí que canceló centenares de vuelos.
El Etna, por ejemplo, entró en erupción el pasado 12 de noviembre. La magnitud del evento no fue mucha, por lo tanto ningún aeropuerto cercano a la zona ni los viajes con destino a Italia se vieron afectados.
El detonante de que se cancele un vuelo son las cenizas volcánicas expulsadas durante la erupción a la atmósfera. Estas últimas pueden averiar los motores de los aviones, dañar los sistemas de control de vuelo y reducir la visibilidad. Cuando se vuela sobre el penacho de ceniza o sobre zonas donde hay restos de material volcánico, la ceniza se puede fundir dentro del motor y quedarse atrapada en las zonas más frías.
Esta acumulación puede hacer que el motor se bloquee y falle. El problema para los pilotos, es que las nubes de ceniza apenas se distinguen de las de vapor de agua y el radar meteorológico de a bordo no las detecta.
Una erupción fisural junto a Grindavík
La erupción del volcán Grindavík no llegó por sorpresa, ya que ocurrió después de varias semanas con terremotos en el suroeste de Islandia. Las autoridades llevaban tiempo extremando la precaución y desalojando a la población. Fue el pasado lunes cuando un terremoto de magnitud 4,2 sacudió Grindavík, anunciando la inminente salida de la lava por una fisura de 3,5 kilómetros.
Cerca de 4000 habitantes fueron desalojados, aunque muchos de ellos han podido volver a sus casas e incluso reabrir sus negocios. Por el momento, el nuevo volcán arroja lava con un flujo de entre 100 y 200 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, a diferencia del impronunciable Eyjafjallajökull y su famosa erupción de marzo de 2010, en esta ocasión el penacho o nube de ceniza apenas se ha elevado hasta la atmósfera.
El tráfico aéreo se mantiene con normalidad
Aunque la mayoría de la gente piensa que las erupciones volcánicas proceden de un volcán, las cuatro erupciones más recientes han sido en realidad de tipo fisural: cuando la lava se abre paso al exterior a través de una fina grieta en la corteza terrestre.
Afortunadamente, esta vez el magma no se está inyectando bajo la parte inferior de una capa de hielo, por lo que es muy poco probable que se produzca una explosión bastante explosiva y generadora de cenizas. Eso sí, está dejando imágenes muy impactantes por la cercanía del aeropuerto de Keflavík.
El proceso eruptivo está monitoreado por meteorólogos y geólogos. Señalan que si hubiera una nube de ceniza, la aviación podría verse afectada. De momento, este escenario es poco probable. En el caso de que las erupciones en curso resulten en una gran nube de ceniza y humo, se revisarían varios niveles de la atmósfera y probablemente ahí sí que podrían producirse cancelaciones.