Día Internacional de la Luna: “Houston, el Águila ha alunizado”
El 20 de julio de 1969, en plena Guerra Fría, los americanos lograron poner a un hombre en la Luna, Neil Armstrong. Este salto para la humanidad fue una proeza, con un trabajo inmenso detrás y muchas curiosidades que te contamos aquí.
En septiembre de 1962, el entonces presidente de los EE.UU., John F. Kennedy, dijo una de sus más famosas frases: “Elegimos ir a la Luna, no porque sea fácil, sino porque es difícil”, una meta que debería cumplirse antes de terminar esa década. Hasta ese momento, la llamada “carrera espacial” estaba claramente dominada por la Unión Soviética, que en 1957 ya había puesto en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik, y un logro aún mayor poco después: enviar al primer hombre al espacio, Yuri Gagarin, el 12 de abril de 1961.
Pero el domingo 20 de julio de 1969 (o lunes 21, según el uso horario), más de 600 millones de personas en todo el mundo veían en directo en la televisión la llegada del ser humano a nuestro satélite, la Luna. Eran las 15:17 horas de Houston, las 21:17 en España, cuando el corresponsal de TVE, Jesús Hermida, tuvo el honor de comentar en directo las imágenes y se escuchó: “Houston… aquí base Tranquilidad: el Águila ha alunizado”.
Un poco de historia
Hubo que esperar algo más de seis horas y media, con mucha tensión, monitores en Houston en negro y pensando que no se podría ver, cuando por RNE, el enviado especial, Cirilo Rodríguez, narró el acontecimiento del primer paso humano en nuestra satélite. Eran las 3:56 horas de aquel 21 de julio en España, cuando pudimos escuchar la famosa frase del comandante de la misión Apolo 11, Neil Armstrong, al poner su pie izquierdo sobre la superficie lunar: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la Humanidad”.
Regresemos unos días antes, al 16 julio, momento del lanzamiento del Apolo 11, la quinta misión tripulada del Programa Apolo de los Estados Unidos. El cohete utilizado para el despegue desde cabo Kennedy en Florida fue un Saturno V, el mayor construido por la NASA, un gigante de 111 metros de altura, compuesto de tres fases y que lleno de combustible pesaba 2700 toneladas. Cuando los cinco motores de la primera se encendieron, hubo que arrojar toneladas de agua sobre la estructura metálica del cohete para protegerla del calor.
Esta fase solo duró dos minutos y cuarenta segundos, momento en el que se pusieron en marcha otros cinco motones con la tarea de que el cohete siguiera ganando altura y velocidad. Tras otros seis minutos y veinte segundos, la tercera y última fase se encendió, esta vez solo un motor empujó al cohete a la órbita terrestre. Al cabo de otros tres minutos y veinte segundos, el motor se apagó, lo que significaba que el Apolo 11 ya estaba en órbita.
¿Un viaje solo de ida a la Luna?
Una anécdota para ilustrar las relativas pocas posibilidades que se pensaba había en este viaje a nuestro satélite. A pesar de que los seguros de viaje nacieron en la antigüedad para indemnizar a quienes se arriesgaban a emprender viajes por los mares del mundo, las firmas aseguradoras se mostraron reacias a brindar sus servicios a los modernos viajeros del espacio. La aventura les parecía demasiado peligrosa.
La NASA ofreció a los astronautas un seguro de vida básico, pero Armstrong, Aldrin y Collins seguían preocupados por el futuro de sus familias en caso de que ocurriera un desastre, lo que desgraciadamente parecía muy probable. Así que idearon una estrategia: sus “propias coberturas de seguro”. Firmaron sobres conmemorativos de la misión Apolo 11, que estaban adornados con imágenes y estampillas sobre el tema. Si morían en el intento, sus familias podrían venderlos a coleccionistas a un gran precio.
El viaje de ida fue relativamente tranquilo y se cumplieron todas las expectativas de la NASA. El vehículo utilizado para toda esta parte de la misión en sí consistía en dos naves. El denominado módulo de mando, que era pilotado por Michael Collins y el LEM o módulo lunar, que lo dirigió en la maniobra de alunizaje Edwin E. Aldrin Jr. El tercer miembro de la tripulación fue el comandante Neil A. Armstrong, que tuvo el privilegio de poner nombre a estas dos naves, siendo bautizadas como Columbia, módulo de mando y Eagle (Águila) para el LEM.
La tensa vuelta a la Tierra
La primera estancia en nuestro satélite duró 13 horas, y tras su finalización el módulo de ascenso se elevó desde la Luna hacia su cita con el módulo de mando. Una vez realizado el acople de ambas naves, en la madrugada del 22 de julio, se encendieron sus motores y comenzó el viaje de vuelta. El 24 de julio se produjo la reentrada en la atmósfera, otro de los momentos delicados, cuando el rozamiento con las capas de aire hicieron que la temperatura exterior de la nave alcanzase los 3000 ºC, lo que provocó un silencio en las comunicaciones, el llamado “velo negro”.
Por fin los paracaídas se abrieron y los astronautas contactaron con seguimiento, “todo estaba bien”. El amerizaje se produjo en la tarde del 24 de julio, exactamente ocho días, tres horas, 18 minutos y 35 segundos después del lanzamiento del Saturno V.
Anécdotas del paseo lunar
La actividad extravehicular (EVA) duró algo más de dos horas, durante las cuales los dos astronautas realizaron una serie de experimentos científicos, instalaron un sismógrafo para conocer la actividad sísmica de nuestro satélite, un retrorreflector de rayos láser para medir con precisión la distancia que hay hasta la Luna, y recogieron unos 22 kilos de rocas lunares para analizar en la Tierra.
Muchos de nosotros recordamos la frase de Armstrong al poner el pie en la Luna, pero pocos sabemos lo dicho por Aldrin, el segundo humano en pisarla, cuando salió del módulo de alunizaje. Transcurridos 19 minutos, se unió al comandante en la superficie, contempló el paisaje lunar gris blanquecino y dijo “Hermosa vista”, y tras el asentimiento de Armstrong, agregó: “Magnífica desolación”.
En este breve resumen de una de las semanas más importantes para la historia de la humanidad están recogidos los motivos por los que las Naciones Unidas han declarado el 20 de julio como Día Internacional de la Luna, conmemorando el aniversario del primer aterrizaje de seres humanos en nuestro satélite en julio de 1969.
También se pretende sensibilizar a la comunidad internacional acerca de la importancia de la exploración y utilización sostenible de la Luna, e intentar visibilizar la importancia de la ciencia y la tecnología espaciales, así como sus aplicaciones en los procesos de desarrollo sostenible a nivel mundial.