Esta gigantesca caldera volcánica de 1200 metros de diámetro emerge entre un mar de lava en Canarias
Entre los mares de lava de Lanzarote se levanta una imponente montaña blanca que alberga en su interior una gran sorpresa: un enorme cráter con vistas al océano Atlántico y a multitud de conos volcánicos.
La isla de Lanzarote cuenta con sorprendentes paisajes que parecen no ser de este mundo, y por este motivo suele ser comparada con la Luna, hasta el punto de realizarse experimentos para simular las condiciones geológicas que podemos encontrar en nuestro satélite natural. Y no es para menos, ya que la isla más oriental del archipiélago canario alberga un fascinante universo de océano, viento, fuego y lava.
Lanzarote, una isla que no parece de nuestro planeta y repleta de rincones increíbles
Sin duda, el lugar más conocido de Lanzarote es el Parque Nacional de Timanfaya, resultado de las erupciones ocurridas entre los años 1730 y 1736, que afectaron a una cuarta parte de la superficie de la Isla. Las Montañas del Fuegos son un espectáculo de cráteres rojos, coladas de lava y paisajes lunares que muestran el arder de la tierra y su fuerza incontrolable. En la actualidad, es uno de los lugares más visitados del archipiélago canario.
Más allá del mar de lava y los malpaíses que cubren buena parte del oeste de la isla, podemos encontrar otros sitios muy emblemáticos, como la playa de Famara y su impresionante risco, el volcán de la Corona, la Cueva de los Verdes, los viñedos de la Geria o las geniales muestras de arquitectura mimetizadas en el entorno volcánico que nos dejó el genial César Manrique, como por ejemplo los Jameos del Agua.
Una montaña blanca entre los mares de lava que alberga un gigantesco cráter
Sin embargo, en pleno Parque Natural de Los Volcanes se alza una colosal formación de color blanco que contrasta con la lava de Timanfaya: la Caldera Blanca. Se calcula que surgió hace más de 2 millones de años, por lo que es uno de los edificios volcánicos más antiguos de Lanzarote. Su altitud máxima roza los 460 metros, y desde ahí se puede apreciar perfectamente las dimensiones de la caldera, con un "cráter" cuyo diámetro es de 1,2 kilómetros.
La Caldera Blanca es un magnífico y gran ejemplo de islote volcánico, término que se usa en Canarias para referirse a conos volcánicos antiguos que quedaron aislados dentro de los mares de lavas originados tras posteriores erupciones. Y eso es lo que este lugar, una inmensa isla blanca con vistas a las lavas de las erupciones que dieron lugar al actual paisaje de Timanfaya.
Es una gran depresión causada por diferentes factores, como pueden ser el hundimiento de una cámara magmática o por deslizamiento masivo de un edificio volcánico.
En invierno y a principios de primavera es posible encontrar tapizado de verde el fondo del cráter, ya que las escasas precipitaciones, el tipo de suelo y el microclima que ahí en el fondo de este paraje permiten que puedan crecer algunas hierbas. En ese caso, el contraste con las rocas blanquecinas del edificio de la Caldera Blanca, el azul del océano Atlántico o del cielo y el negro mar de lava a cientos de metros por debajo conforman una estampa inolvidable.
Así es la ruta que llega a la cima de la Caldera Blanca
La Caldera Blanca, cuyo acceso es libre, se encuentra en el municipio de Tinajo, a poca distancia de la población de Mancha Blanca. La ruta podría comenzar aquí, o si se quiere acortar algo, desde un aparcamiento situado en los alrededores.
El recorrido tiene un total de 10 kilómetros ida y vuelta que pueden recorrerse entre 3 y 4 horas. La dificultad es baja o media-baja, más allá de la posibilidad de resbalones por las piedras sueltas y de la fuerza con la que sopla el alisio algunos días en la cima.
Antes de ascender a la Caldera Blanca, hay que pasar por la Caldereta, una estructura similar, pero de dimensiones más pequeñas, que ya nos prepara para lo que vamos a encontrar. El camino hasta la parte superior de nuestro objetivo está muy bien marcado, por lo que es difícil perderse, pero en ningún caso hay que salirse. Cuando llegues arriba, contemplarás una vista difícil de olvidar. Se puede acceder hasta el punto más elevado, pero la dificultad y el viento aumentan.
Antes de volver a descender, observa las profundas barranqueras radiales del cráter, en cuyo interior se han desarrollado abundantes taludes de derrubios que se acumulan, rellenándolo. Son las marcas del paso del tiempo, ya que esta formación está muy erosionada, al contrario que otros volcanes de Lanzarote, una alucinante isla que siempre tiene algún nuevo rincón para descubrir.