Riesgos del desconfinamiento: calor extremo y tensión arterial
Ahora que ya podemos empezar a pasear por la calle, se nos presenta un problema no previsto: una subida exagerada de las temperaturas. ¿Cómo puede afectar a nuestro cuerpo tal choque?
Hace dos semanas en Tiempo.com escribimos un artículo sobre las precauciones que había que tomar cuando empezara la famosa desescalada. Contamos que el sol en esta época del año es casi igual de peligroso como en agosto. A pesar de no tener temperaturas tan altas como en las vacaciones de verano, la inclinación de sus rayos y la poca protección de nuestra piel tras el largo confinamiento, convertían en un peligro los primeros paseos de niños si no se protegían bien con crema solar y con gorra.
Hoy toca añadir una nueva cuestión justo en el momento en el que todos, aunque de forma limitada, podemos empezar a salir por la calle: la llegada de unas temperaturas inusualmente altas para esta época del año. Ya hemos sufrido su llegada durante el fin de semana. A pesar de que hoy puedan bajar un poco estos valores, muchas localidades volverán a superar los 30 grados.
La transición desde la época más fría del año a la más calurosa no es gradual. A veces, el frío retrasa su abandono. Pero otras, justo lo que está sucediendo ahora, es el calor el que se adelanta con fuerza durante unos días antes de tiempo. Esto tiene un gran impacto en nuestro cuerpo, especialmente, en nuestra tensión arterial.
El cambio de la temperatura exterior en nuestro cuerpo
Nuestro cuerpo no está adaptado a las condiciones térmicas exteriores. En invierno somos incapaces de andar por la calle desnudos porque nos congelamos. Por esto nos tenemos que abrigar. Incluso abrigados el cuerpo sufre y pone en marcha mecanismos para no perder temperatura. Uno de ellos, tiritar. En verano pasa lo contrario. Si vamos vestidos es por una cuestión cultural. Pasamos tanto calor que el cuerpo suda para provocar un descenso de su temperatura. En ambos extremos se pone en peligro nuestra vida.
La actualidad nos hace hablar de cómo en este 2020 nos vamos a encontrar por primera vez con el calor. Un calor al que no estamos acostumbrados y al que no nos hemos podido adaptar paulatinamente como es habitual cada año. ¿A qué riesgo nos enfrentamos? Uno de ellos es la deshidratación. Los más mayores y los pequeños son los más expuestos. Junto con la insolación solar, las altas temperaturas provocan una rápida deshidratación. Muchos nos olvidamos de beber. Incluso cuando no tenemos sed.
Muchos de los desmayos que se pueden producir con la llegada del calor de forma repentina son los provocados por una bajada de tensión. Es muy habitual verlo en personas mayores, pero si una persona no se cuida y no toma las debidas precauciones, puede sucederle a cualquier edad.
El riesgo de las bajadas de tensión
Cuando la temperatura del lugar en el que estamos es muy alta, el cuerpo pone en marcha muchas reacciones para evitar que la temperatura corporal suba y se ponga en riesgo nuestra vida. Una de estas acciones es la vasodilatación. Tal y como indica la palabra, consiste en un ensanchamiento o dilatamiento de los vasos sanguíneos. Es justo lo contrario de lo que ocurre en invierno, cuando se produce la vasoconstricción o disminución del diámetro de los vasos sanguíneos.
En verano, con mucho calor, el cuerpo hace que la sangre circule con menor presión. Esto es bueno en cierta medida, pero cuando se supera un límite, se llama hipotensión, que acaba dificultando que la sangre llegue bien a nuestros órganos, poniéndonos en peligro. Así que lo tenemos que controlar.
Podemos usar el símil de la manguera con la que solemos regar un jardín. En óptimas condiciones, el chorro de la manguera sale con suficiente fuerza como para llegar hasta las plantas. Pero si hay algún problema en el suministro de agua en el barrio y baja la presión, el agua de la manguera no saldrá con la misma fuerza, aún teniendo la misma cantidad de líquido. Lo mismo pasa en nuestros vasos sanguíneos.
En condiciones de altas temperaturas, y acelerado por una deshidratación, una bajada de tensión puede provocar un desmayo, con el consiguiente peligro de golpearnos la cabeza al caer al suelo si estamos de pie. Esto se puede evitar hidratándonos, cubriéndonos la cabeza para evitar que nos toque el sol y no salir en las horas de más calor del día, entre otros consejos.