¿Cuál es el pueblo con menos habitantes de España?

En esta pequeña localidad castellano-manchega, sus habitantes son todos familia de sangre y se alternan en las labores del Gobierno local, que no resulta fácil, a pesar de lo que pudiera parecer. Conocemos a sus valientes pobladores y sus dificultades.

Vista general de Illán de Vacas, el pueblo con menos habitantes de España.

A menos de una hora de Toledo, en la comarca de Talavera de la Reina, el fenómeno conocido como ‘la España vaciada’, adquiere su máxima dimensión.

Y es que una pequeña localidad castellano-manchega de nombre Illán de Vacas es, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el pueblo con menos habitantes de toda España.

Concretamente, solo tres vecinos conforman su censo de población. Todos son familia y se alternan en el gobierno municipal. Esta es su historia.

¿Quiénes viven en el pueblo?

Aunque en el año 1900 el censo de Illán de Vacas era de 120 vecinos, menos de un siglo después, en 1991, nadie vivía ya en el pueblo. Sin embargo, cuando le llegó la hora de jubilarse tras cuarenta años como empleado de banca, Javier Bollaín Renilla, decidió irse a vivir al pueblo de sus orígenes familiares y vacaciones infantiles.

Hoy tiene 68 años y es el alcalde de la localidad, no con pocas dificultades: el Ayuntamiento no puede realizar ningún trámite administrativo porque no hay un secretario municipal que se encargue de las gestiones burocráticas.

Ni siquiera pueden presentar las cuentas anuales, que ocupan una cara de Excel, ni aprobar presupuestos, porque para que sean válidos deben estar firmados por el habilitado nacional del que carecen. Así que las cuatro calles del pueblo siguen sin asfaltar.

Junto a Javier, completan el censo de población su hijo, Estalisnao Bollaín, de 42 años, y su primo Julián Renilla, de 72 y anterior regidor. Pero durante el día no están solos: media docena de agricultores que trabajan las tierras del pueblo les acompañan.

Varias repoblaciones a lo largo de su historia

El origen de Illán de Vacas es musulmán, anterior a que, en 1085, Alfonso VI conquistara la taifa toledana. Hay historiadores que apuntan a que, en el siglo XII, fue objeto de una repoblación a cargo de cristianos mozárabes que provenían del norte del Tajo.

A principios del siglo XIII, el rey Alfonso VIII incluyó al municipio en la Jurisdicción de Talavera y Escalona. Y en 1576, Felipe II se interesó por un bienhechor apodado San Illán, y que está enterrado en la ermita del pueblo.

En el siglo XVIII, Illán de Vacas volvió a ser repoblado con 37 familias y, a mediados del siglo XIX, llegó a su población máxima, unas 250 personas repartidas en 22 casas, que gestionaban un presupuesto municipal de 2.200 reales.

Eran los tiempos en que el pueblo contaba con una estación de tren, hoy desaparecida, que dinamizó la economía local.

Lucha por la supervivencia

Este curioso lugar refleja la lucha de muchos pequeños municipios españoles por mantener su población frente a la migración hacia áreas urbanas más grandes.

Los desplazamientos, especialmente de personas jóvenes, que se trasladan a las ciudades en busca de mejores oportunidades laborales, educativas y de servicios, deja a las zonas rurales con una población envejecida y sin reemplazo generacional.

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¿Las consecuencias de la pérdida de vecinos? La más inmediata, el cierre de servicios esenciales como escuelas o centros de salud, y de comercios, lo que empeora la calidad de vida y acelera aún más la despoblación.

Es una especie de pescadilla que se muerde la cola: al reducirse la recaudación de impuestos, las administraciones consideran que estos pueblos son insostenibles desde el punto de vista económico y dejan de invertir en ellos.

Pero también se produce una pérdida de patrimonio cultural. Muchos de los municipios que se van quedando vacíos ven cómo desaparecen poco a poco tradiciones, festividades locales y un acervo cultural que había sido mantenido durante generaciones.

Pueblos en los que, cada vez que muere uno de sus vecinos, una casa se cierra para siempre.