Colisión entre la COVID-19 y olas de calor, incendios o inundaciones
Ya ha ocurrido en Estados Unidos o en el Pacífico Sur, y probablemente en España también se solaparán las medidas para contener la COVID-19 y ligadas a la prevención ante catástrofes naturales. Hay que elaborar una estrategia muy clara.
La COVID-19 está poniendo en una tesitura muy difícil a los gobiernos de todo el mundo. Los máximos mandatarios están teniendo que abordar la pandemia buscando el equilibrio con problemas creados o agravados por el virus, como la crisis financiera, y otros estructurales que afectan al bienestar y la seguridad de las personas desde hace años. Los riesgos ligados a las catástrofes naturales entrarían dentro de ese segundo bloque de temas, cuya prioridad ha decaído ante los abates del coronavirus pero suponen, ahora más que nunca, un factor de inestabilidad que debería ser tenido en cuenta por los gobernantes de cara al futuro más próximo. La ‘colisión’ será inevitable, tal y como avisa una reciente investigación de Nature.
El virus ha mostrado unas tasas de contagio muy elevadas y se ha tenido que interrumpir la vida cotidiana para frenar la curva ascendente de afectados, que ya superan los tres millones en todo mundo. Con esto, los sistemas de salud y las economías están en una situación delicada que difícilmente se superará en el corto o medio plazo, así que habrá que elaborar estrategias para ir sorteando obstáculos, entre ellos los meteorológicos.
Los huracanes, las olas de calor, las sequías o las inundaciones son una amenaza endémica de muchos estados del mundo, entre ellos el nuestro. En España los ciclones tropicales quedan relativamente lejos, pero pronto llegarán las altas temperaturas o las invasiones de aire tropical colmadas de polvo en suspensión. Unas y otras agravan las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, que además son algunos de los puntos fuertes de la COVID-19.
Para enfrentarnos a estos riesgos, la información oficial tendrá que ser muy clara, porque el distanciamiento social entrará en conflicto con las medidas de prevención frente a los incendios, por ejemplo, que a veces requieren de una evacuación inmediata y de un refugio temporal de los afectados. Algo parecido pasó en Fiyi, donde un ciclón tropical de categoría 5 coincidió con el inicio del brote; también en Vanuatu, las Islas Salomón y Tonga el estado de alerta meteorológica coincidió la sanitaria. Los riesgos van fluctuando con el tiempo, de tal modo que esto del Pacífico Sur pronto podría pasar en la costa este de EEUU. Este año se prevé una temporada de huracanes especialmente activa en el Atlántico.
Por otro lado, las predicciones a largo plazo anticipan un año 2020 con calor de récord a escala global. Este verano probablemente traerá episodios de calor extremo, no necesariamente ligados a esta circunstancia, porque en los últimos años ya hemos tenido unos cuantos. Cuando ocurren, muchas personas suelen ver incrementadas sus dolencias requiriendo de atención en los centros de salud.
La coordinación en todos los niveles del gobierno será imprescindible para evitar choques de estrategia entre agencias y sectores. Sin ir más lejos, esta primavera en algunas comunidades del medio oeste de EEUU las peticiones de evacuación por inundaciones se unieron a las peticiones de quedarse en casa, cayendo en esa contradicción los mismos servicios de emergencia locales.