COP28: la cumbre del clima y el petróleo entra en su recta final
La COP28 de Dubái entra en su última etapa. El principal objetivo que se persigue en esta cumbre es reducir nuestra dependencia del petróleo y el resto de combustibles fósiles.
Cuando se conoció que la vigésima octava Cumbre del Clima (COP28) se iba a celebrar en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), y que su presidente iba a ser el sultán Al Jaber, ministro de Industria y Tecnología Avanzada de los EAU y principal responsable de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi, la incredulidad y desconfianza fueron generalizadas. Llevar las negociaciones del cambio climático al feudo de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) parecía una broma de mal gusto.
Cabía la posibilidad de que la decisión hubiera surgido por iniciativa de los países de la OPEP, al tomar conciencia de la necesidad de frenar en seco su desaforado crecimiento económico, cortando el grifo al petróleo por el bien común, pero una vez iniciada la Cumbre, el pasado 30 de noviembre, Al Jaber manifestó que no había ciencia que justificara la necesidad de dejar de producir combustibles fósiles.
Sus declaraciones causaron un gran revuelo e intentó matizarlas al día siguiente, pero también se pudo saber que estaba aprovechando el multitudinario encuentro (81027 personas acreditadas) para cerrar acuerdos de venta de gas y petróleo.
Últimos días de las COP28 sin grandes expectativas
La COP28 ha entrado en su recta final. El próximo martes –o quizás el miércoles, tras la prórroga que ya suele ser habitual– se presentará al mundo un acuerdo. Estos días se han estado abordando allí en Dubái temas fundamentales para el interés común, como la energía, la agricultura, la alimentación, la salud o la protección del medio ambiente.
En cualquiera de ellos se han ido firmando acuerdos y alianzas, pero en el tema fundamental –una hoja de ruta firme, sin escapatoria, para poner fecha al final de los combustibles fósiles–, de momento no hay grandes avances y es poco probable que se produzcan.
Con los indicadores climáticos actuales, no es válida ninguna opción que no pase por atacar el problema directamente, sin atajos. La sociedad que hemos ido construyendo funciona gracias a un consumo voraz de petróleo, gas natural, carbón y muchos otros recursos naturales.
A la vista de lo que hemos ido viendo en las cumbres del clima, nadie quiere bajarse del carro del “progreso”, empezando por los grandes productores de combustibles fósiles y aquellas economías que van a toda máquina gracias al consumismo desatado que hemos puesto en marcha a nivel global.
Esa es la guerra que se va a librar en las 48-72 horas que le quedan a la COP28: bajarnos del carro o seguir en él. A pesar de la evolución que está teniendo el calentamiento global, con unos impactos cada vez mayores y más costosos (en vidas y en las economías de los países), ninguno de los pesos pesados mundiales, como China, EEUU, Rusia o India (cuyos líderes no se han dejado ver en Dubái), dará un paso al frente, más allá del postureo al que nos tienen acostumbrados.
Dos visiones enfrentadas del decrecimiento
Desde hace algunos años, el concepto de “decrecimiento” ha ido emergiendo con fuerza en el debate público sobre cuál debe de ser el camino a seguir para esquivar escenarios climáticos peligrosos, a los que sería difícil adaptarnos. Dos visiones enfrentadas, radicalmente opuestas, sobre las implicaciones que tendría la aplicación de un decrecimiento en los términos en que se postula, son el principal freno a la acción climática.
Lo que para unos representa una involución y una vuelta a las cavernas, para otros es la única salida posible de la crisis climática. En la actualidad, el modelo a seguir es el del primer mundo. Los países en desarrollo o subdesarrollados no quieren renunciar a él. Para ello, la máquina expendedora de petróleo debe de seguir encendida.
Los hay que plantean alternativas para eliminar nuestra dependencia de los combustibles fósiles sin el cambio del modelo de sociedad; sin frenar el crecimiento, pero haciendo ajustes, como apostar por la eficiencia energética y la tecnología.
El decrecimiento sin rebajas pasa por transformar profundamente nuestra sociedad, la única salida posible para algunos y un suicidio colectivo para otros. Un duelo a garrotazos en toda regla. Una encrucijada que no tiene fácil solución. El martes o miércoles veremos si se materializa en el acuerdo que se firme un acercamiento entre ambas posturas; dos visiones distintas del mundo.