COP27: una cumbre más, un año menos para actuar
La COP27 acaba de finalizar y aunque se ha logrado el compromiso de crear un fondo de ayuda económica al Tercer Mundo (una reivindicación histórica), no se ha avanzado en materia de mitigación.
La recién finalizada COP27, celebrada en Sharm el-Sheikh, en Egipto, ha seguido fielmente el guión de los de las cumbres precedentes. Aunque su finalización estaba prevista para el viernes, 18 de noviembre de 2022, finalmente la falta de acuerdo en algunas cuestiones fundamentales; en particular relativas a la mitigación, hizo que se prorrogaran las reuniones (frenéticas y a la carrera) el sábado 19, no alcanzándose el acuerdo final in extremis hasta la madrugada de hoy domingo, en sesión plenaria.
En esta cumbre de Egipto, lo mismo que ha ocurrido en las anteriores, ha tenido un importante papel mediador e interventor la vicepresidenta y ministra para la Transición ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, curtida en mil batallas de la compleja negociación climática. En estas multitudinarias cumbres de dos semanas de duración se reúnen miles de personas entre científicos, técnicos, políticos y representantes del mundo empresarial y de diversas organizaciones internacionales.
Entre los temas que se han abordado en la COP27 están la transición justa, el futuro de las fuentes de energía (desarrollo tecnológico, estrategias…), con la vista puesta en una progresiva descarbonización, las nuevas fórmulas de financiación para paliar los impactos crecientes del cambio climático, la seguridad alimentaria, con estrategias concretas para reducir las emisiones que genera la actividad agrícola y ganadera, la gestión del agua, el papel de la juventud… La lista de asuntos que han estado encima de la mesa, sobre los que se ha debatido y se han intentado hacer avances es muy extensa, lo que pone de manifiesto la complejidad que tiene afrontar de manera integral el reto climático.
Se atiende una reivindicación histórica
El principal logro conseguido en la COP27 ha sido la aprobación de la creación de un fondo de compensación económica, gracias al cual los países ricos se comprometen a financiar las pérdidas y los daños que el calentamiento global vaya causando en los países pobres y en desarrollo, más vulnerables al mismo.
Esto es una reivindicación histórica y al menos en la creación de ese fondo ha habido finalmente acuerdo. El único problema es que esta medida debería de haber venido acompañada de un compromiso vinculante en materia de mitigación, lo que no se ha logrado y casi impide, en el último momento, la firma del acuerdo de mínimos firmado in extremis en sesión plenaria.
Desde la década de 1990, en que comenzaron a celebrarse las cumbres del clima, los países más pobres han denunciado a los ricos la injusticia que suponía asumir los costes del cambio climático, cuando ellos apenas han contribuido al mismo, ya que sus emisiones de gases de efecto invernadero son casi anecdóticas en relación a las de los países industrializados.
Es una realidad, cada vez más tangible, que los impactos asociados a la subida de la temperatura están alcanzando cada vez una mayor magnitud y extensión, lo que se traduce en unas pérdidas económicas cada vez mayores, aparte del riesgo que suponen dichos impactos para millones de personas en los países más vulnerables y desfavorecidos.
La asignatura pendiente de la mitigación
Aunque algunas informaciones estén vendiendo como un ”éxito” la COP27, lamentablemente en materia de mitigación no se ha avanzado nada desde la cumbre del clima anterior –la de Glasgow–, lo que puede interpretarse como un retroceso, dada la urgencia que tiene iniciar una descarbonización a escala global para esquivar los peligrosos escenarios futuros de altas y muy altas emisiones. Cuando el sábado se conoció el primer borrador del acuerdo, articulado por la presidencia egipcia, la Unión Europea dio un zapatazo en la mesa.
El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, rodeado de otros pesos pesados de la política europea, en materia de negociación climática (como la citada Teresa Ribera), amenazó con no firmar el acuerdo si se mantenía en los términos en los que se había planteado. En ese borrador se desestimaba el objetivo del grado y medio a finales de siglo, tirando por tierra el plan ambicioso y necesario de una descarbonización urgente. Este órdago europeo ponía en peligro el acuerdo final, dejando en el aire el fondo económico de ayuda al Tercer Mundo.
El documento final mantiene la hoja de ruta, pero, lamentablemente, deja a la voluntad de los estados (sin carácter vinculante) el ir consiguiendo los objetivos de reducción en los plazos requeridos, lo que en estos tiempos de emergencia climática es decepcionante y preocupante a la vez. Se ha perdido una nueva oportunidad de avanzar en mitigación.
Atrás queda la COP27, una cumbre más, pero también un año menos para actuar con la urgencia que se requiere. El tiempo corre en nuestra contra y no nos podemos permitir seguir celebrando cumbres que no impulsen la acción climática como se necesita.