¿Cómo son las nubes de los otros planetas del sistema solar?
En los planetas con atmósfera del sistema solar encontramos nubes similares a las de la Tierra, no solo constituidas de agua, sino de otros muchos compuestos.
Si te preguntamos si hay nubes en otros planetas distintos a la Tierra, tu respuesta, a buen seguro, será afirmativa, ya que son muy conocidas las bellas imágenes de las distintas atmósferas planetarias que desde hace bastante tiempo nos han ido proporcionando las sondas espaciales que hemos ido enviando por el sistema solar, así como los grandes telescopios. La duda, no obstante, surge al consultar la definición de nube.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) –máxima autoridad en la materia– en su Atlas Internacional de Nubes define una nube como “un hidrometeoro consistente en diminutas partículas de agua líquida o hielo, o de ambos, suspendidas en la atmosfera y que, por lo general, no tocan el suelo. También pueden contener partículas de agua líquida o hielo de mayores dimensiones, así como partículas líquidas no acuosas o partículas sólidas procedentes, por ejemplo, de gases industriales, humo o polvo.”
Se trata de una definición aplicable solo a las nubes que se forman en la atmósfera terrestre, por lo que para referirnos a las que se forman en otros cuerpos celestes (planetas, satélites) o en la Tierra bajo determinadas condiciones, las partículas que las forman no están necesariamente formadas de agua líquida o sólida, sino que pueden tener su origen en la condensación de gases distintos al vapor de agua.
Las nubes de los gigantes gaseosos
Los planetas llamados “gigantes gaseosos” son Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, y deben su nombre tanto a su gran tamaño –con respecto al de la Tierra– como por el hecho de estar constituidos casi en su totalidad por gases, por lo que podemos afirmar que cada uno de ellos forma en sí mismo una gigantesca atmósfera. En ella dominan gases como el hidrógeno y el helio, muchos más livianos que el nitrógeno y el oxígeno que constituyen casi la totalidad del medio atmosférico terrestre.
El gigantesco océano de hidrógeno y helio de Júpiter se completa con pequeñas cantidades de compuestos de fósforo y azufre, así como metano, amoniaco, vapor de agua, monóxido de carbono o cianuro de hidrógeno, entre otros. Las nubes resultantes de la condensación de todos estos gases presentan diferentes tonalidades.
La rápida rotación joviana hace que se distribuyan latitudinalmente formando bandas paralelas al ecuador, alternando las de color blanquecino con las de tonos marrones. Intercaladas entre ellas aparecen una serie de óvalos, que son grandes sistemas tormentosos, destacando entre todos ellos la Gran Mancha Roja.
La atmósfera de Saturno es similar a la de Júpiter, aunque la proporción de helio (el segundo gas más abundante tras el hidrógeno) es menor. Encontramos también trazas de metano, vapor de agua, amoniaco, propano y fosfinas, entre otros compuestos gaseosos. Dependiendo del nivel de presión, encontramos nubes de amoniaco, agua y de otras composiciones, que en su conjunto adoptan tonos amarillentos.
La observación de su velocidad de desplazamiento ha permitido deducir una de las singularidades del planeta de los anillos: intensidades de los vientos reinantes de hasta 1800 km/h, ligeramente inferiores a los detectados en la alta atmósfera de Neptuno.
Una de las lunas de Saturno es Titán y tiene una densa atmósfera. En su superficie hay un océano de metano líquido y se desarrollan nubes de gran desarrollo vertical que dejan fuertes aguaceros de metano. También se forman nubes altas formadas por cristales de hidrocarburos.
Para completar este rápido recorrido por las nubes de los gigantes gaseosos, nos quedan las que se forman en Urano y Neptuno. En el primero de ellos la proporción hidrógeno/helio es 83/15, a lo que hay que sumar un 2% de metano y gases traza. Es la atmosfera más fría de todo el sistema solar y dependiendo de la altitud encontramos nubes de cristales de metano o de hielo.
La densa capa nubosa de Venus
La superficie de Venus permanece oculta a la observación desde los satélites y telescopios, debido a la densa atmósfera que rodea el planeta. Constituida mayoritariamente de CO2, encontramos en ella gruesas nubes de ácido sulfúrico y azufre. La presión atmosférica superficial es unas noventa veces mayor que la terrestre. La cobertura total y permanente de esas nubes de gran espesor da como resultado un potente efecto invernadero, con temperaturas cercanas a los 500 ºC en la infernal superficie.
Las nubes se distribuyen en varias capas, presentando diferente naturaleza y características dependiendo del nivel atmosférico. En torno a unos 50 km de altitud hay una de unos 5 km de espesor, formada por cristales de compuestos sulfurosos, de cloro y ácido sulfúrico. Por encima, hasta una altitud de unos 80 km hay otro par de capas bien definidas. En la más baja de las dos se mezclan el agua y varios compuestos ácidos muy corrosivos, como el clorhídrico, mientras en que en la superior encontramos una neblina de dióxido de azufre.
Nubes marcianas análogas a las terrestres
A Marte se le conoce como el planeta rojo por los ferrosilicatos que cubren su polvorienta superficie. Las partículas de óxido de hierro, de intenso color rojizo, es arrastrado y elevado por gigantescas tempestades de polvo que llegan a propagar esos aerosoles férricos por gran parte la atmósfera, enturbiándola. El resultado es un cielo similar al que nos brinda en la Tierra la calima, especialmente cuando es intensa y reduce mucho la visibilidad.
Aunque se habla con frecuencia de nubes de polvo, referidas tanto a las de nuestro planeta como a las de Marte, la naturaleza de estas nubes (constituidas por litometeoros) es diferente a la de las nubes a las que estamos dedicando este artículo, que tampoco faltan en los cielos marcianos. Vistos desde el suelo presentan un color asalmonado, parecido al del crepúsculo terrestre.
La atmósfera de Marte es mucho más tenue que la nuestra, siendo la presión en su superficie hasta cien veces más pequeña. Al igual que le pasa a Venus, su atmósfera está constituida en su mayor parte (95,3%) por dióxido CO2, aunque el efecto invernadero en el planeta es mínimo.
En la atmósfera marciana el vapor de agua es un gas traza minoritario, a pesar de los cuál, las condiciones reinantes favorecen su condensación y sublimación inversa, formándose con relativa frecuencia nubes de aspecto y composición similar a las terrestres.
Tenemos tanto nubes altas formadas de cristales de hielo (equivalentes a los cirros que se forman en la Tierra), como nubes de tipo convectivo (cúmulos), que no suelen alcanzar grandes altitudes, pero cuya formación viene dictada en gran medida por la insolación. Las nieblas y las bandas de nubes asociadas a ondas de gravedad también forman parte del muestrario de nubes de Marte.