¿Cómo se alimentaban nuestros antepasados? Un reciente descubrimiento en Granada lo cuestiona
Los huesos encontrados en el yacimiento de Orce han hablado, y aportan nuevos conocimientos sobre la relación de los homínidos con otras especies animales e incluso el orden de preferencia para alimentarse de una misma presa.
En la historia de la evolución humana persisten incógnitas aún por desvelar , como la relación que mantenían nuestros antepasados con el resto de especies animales con las que convivían.
Ahora, un estudio desarrollado por un equipo internacional de científicos del Proyecto ORCE, liderado por las universidades de Granada , Complutense de Madrid y Salamanca , ha concluido que los primeros pobladores de Europa, hace 1,4 millones de años, ya incluían la carne en su alimentación.
Concretamente, de tortugas, hipopótamos, mamuts o rinocerontes, entre otras especies. Los investigadores han llegado a esta conclusión tras el estudio de las marcas de corte en la superficie de huesos encontrados en el yacimiento de Barranco León, en Orce (Granada).
Pero lo más revelador es que para conseguir hacerse con las partes más nutritivas de estos animales, nuestros antepasados prehistóricos tenían que competir con otros depredadores, como hienas gigantes, tigres de dientes de sable, y Xenocyon licaonoides , Canis mosbachensis y Vulpes alopecoides , que son , respectivamente, los ancestros de los licaones, lobos y zorros actuales .
El lago de agua dulce en Orce que generó el juego de la vida y de la muerte.
En los albores de la humanidad europea el alimento escaseaba para las especies carnívoras u omnívoras (como el homo erectus). Pero, en lo que ahora se conoce como la pedanía orcense de Venta Micena , las corrientes superficiales procedentes de la lluvia y el aporte de manantiales de aguas termales dieron origen a un lago endorreico sobre el que se asentó un verdadero ecosistema.
A la orilla de ese lago se acercaban a beber los grandes mamíferos: mamuts, hipopótamos, rinocerontes, ciervos o búfalos. Y era ahí donde los más temibles depredadores les atacaban o bien esperaban a su muerte natural para alimentarse de sus cuerpos. Los restos que dejaron son los que, actualmente, permiten el estudio de la evolución geológica, paleontológica y arqueológica de la zona.
Inteligencia Artificial para identificar las mordeduras
Las técnicas de inteligencia artificial han sido determinantes para identificar qué especies de carnívoros extintas mordieron los huesos de los fósiles de las presas halladas en el yacimiento. Cada marca de mordedura dejó una impronta diferente que se ha logrado reconocer.
Para llevar a cabo la correcta identificación de estas señales sobre los huesos fósiles ha sido preciso desarrollar una compleja labor de comparación con las marcas producidas por especies actuales. El estudio ha analizado 368 marcas en 167 huesos.
El primer paso ha consistido en identificarlas. Una minuciosa tarea que ha corrido a cargo de los especialistas en tafonomía. Posteriormente, se han escaneado con un alto grado de resolución, puesto que las diferencias son de pequeño tamaño.
Después, se ha analizado el patrón morfológico de cada una de estas marcas utilizando una técnica muy precisa denominada morfometría geométrica tridimensional para compararlas con 613 mordeduras de especies actuales.
Previamente, estas se habían empleado como datos de entrenamiento mediante algoritmos de aprendizaje computacional (inteligencia artificial), para que los ordenadores se instruyeran en el reconocimiento de las marcas de mordedura de las especies del pasado.
El resultado ha permitido identificar cada una de las mordeduras analizadas. Los sorprendentes resultados han sido publicados en la revista Quaternary Science Review.
¿Quién comía primero en el Pleistoceno inferior?
Según este estudio, cuando el alimento era compartido, los primeros en comer eran los homínidos de aquella época y, tras otras especies, el último en hacerlo era el Canis mosbachensis.
A diferencia del lobo actual, su antecesor era más pequeño (apenas pesaba 14 kilos). Sus características morfológicas les impedían matar animales de gran tamaño o enfrentarse a otras especies mayores en una disputa por la presa.
Así que, como explica Juan Manuel Jiménez-Arenas, profesor de Arqueología en la Universidad de Granada y uno de los investigadores principales del estudio, esperaban a que el resto terminara de comer para roer los huesos en busca de carne. Y, por eso, su mordedura es la más habitual entre las encontradas.
Los homínidos, por el contrario, más carroñeros que cazadores en aquella época, eran los primeros en llegar y los principales consumidores de las partes blandas de los animales muertos, que son también las más proteicas.
La huella de los humanos en los huesos son las marcas dejadas por los instrumentos que utilizaban para fragmentarlos y sacar la médula ósea de su interior. Útiles que también se usaban para eviscerar, cortar y descarnar, algo que no podían hacer con sus dientes, que eran romos.
Los restos desechados por los homínidos eran entonces aprovechados por otros animales carnívoros, en un orden de prelación que ya anticipaba la posición de supremacía del hombre en la naturaleza.