"Cambios climáticos ha habido siempre", pero el actual es único
Los cambios climáticos en nuestro planeta forman parte de un ciclo natural, que ahora se está viendo alterado por la emisión de los gases de efecto invernadero. ¿Por qué el que estamos viviendo ahora es diferente del resto?
Hace cerca de un mes, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó el primer tomo del sexto informe referido al actual calentamiento global. Siempre debemos adjetivar este proceso como “actual” o “presente” porque no es algo insólito (no en todo).
La Tierra, desde que apareció hace aproximadamente unos 4600 millones de años, ha presentado un clima muy cambiante, alternando períodos muy cálidos con otros realmente gélidos; siendo desde una maraña de volcanes y lava hasta un cuerpo ligeramente ovoide cubierto de hielo. En este lapso han tenido lugar siete eras glaciares y ahora, precisamente, andamos inmersos en la séptima aunque, como bien sabemos y recoge José Miguel Viñas en su último libro “El Tiempo”, estamos viviendo una fase cálida que ha hecho saltar las alarmas.
Parafraseando a Viñas, desde hace 10.000 años estamos disfrutando de un clima muy benigno que nos ha permitido avanzar mucho como sociedad. Sin embargo, no ha estado exento de vaivenes de temperaturas que en su fase positiva, por ejemplo, alentaron el desarrollo del Imperio Romano y en la negativa nos metieron en graves depresiones, como la que sucedió en una parte de la Edad Media.
El período cálido del Imperio Romano
Primero nos vamos a fijar en ese primer periodo óptimo de la era cristiana. Un estudio de la Universidad de Barcelona (UB) no hace mucho constató que el esplendor del Imperio coincidió con el período más cálido de los últimos 2000 años en el Mediterráneo, cuyas condiciones atemperadas perduraron durante casi un siglo. No se alargaron mucho tiempo pero el emperador Octavio Augusto dio buena cuenta de ellas, aprovechándose para construir una Roma próspera basada en las abundantes cosechas que ofrecían la Península Ibérica y el norte de África. Se considera que las temperaturas llegaron a estar hasta 2 ºC por encima de los valores medios de finales del siglo XX.
La misma investigación arguye que las condiciones benignas ayudaron a ampliar las fronteras del Imperio más allá de los Alpes y llegar a la Galia. Todo esto, al parecer, fue gracias a la preponderancia de una NAO negativa en este período que hizo circular a las borrascas más hacia el sur de lo habitual, camino del Mediterráneo, mientras reinaban las altas presiones -y el tiempo apacible- en el centro y norte de Europa. Estaríamos, por tanto, ante una anomalía “regional” probablemente no extrapolable al resto del planeta como en la actualidad. Además, obviamente atendió a causas naturales, porque por entonces nuestra influencia en la atmósfera era ínfima. Esta dicotomía es importante: hubo un cambio climático pero fue independiente de las actividades humanas.
Desde finales del siglo XIX nuestro planeta está calentándose de forma evidente. Las últimas estimaciones hablan de que la temperatura media del globo está 1 ºC por encima de la época preindustrial y las proyecciones indican que, si no hacemos nada por cambiar el modelo productivo y las emisiones siguen creciendo al ritmo actual, a finales de este siglo en la región Mediterránea las temperaturas ya podrán ser hasta 4 ºC más altas en promedio. Claro que este es el escenario más pesimista, hay otros algo más ventajosos donde conseguimos estabilizar los gases de efecto invernadero (GEI) y suben cerca de 2 ºC, con lo que igualaríamos los registros del Período Cálido Romano.
El óptimo climático medieval
Entre los años 700 y 1100 aproximadamente, el hemisferio norte vivió un período de temperaturas altas que el experto José Miguel Viñas tilda de bastante excepcional. Viñas hace referencia a la controversia que hoy existe entre los expertos que consideran este tramo del medievo más caluroso que las últimas décadas y los que no. En cualquier caso, lo que sí parece claro es que el actual calentamiento con el tiempo superará a aquel con creces, si no lo ha hecho ya.
En el Medievo hay un par de hechos que sirven de acicate para algunos negacionistas (las personas que no creen en el calentamiento antrópico). El primero es la huida del vikingo Eric el Rojo a Groenlandia, aprovechando que por aquel entonces era un paraje en parte libre de hielos y próspero en verdes pastos; ahora es una región congelada. Y el segundo es el cultivo de la vid en el norte de Francia y Alemania, hasta el punto de poder satisfacer su propio consumo de vino.
Aquel calentamiento pegó un buen mordisco a los glaciares y desplazó hacia el norte el casquete polar ártico. Los estudios han dirimido que las causas fueron la circulación atmosférica, el aumento significativo de la actividad solar y la disminución de la actividad volcánica.
¿Por qué es peculiar el actual cambio climático?
En el actual cambio climático el Sol está pasando por una concatenación de ciclos débiles y la circulación atmosférica está cambiando precisamente por el incremento de temperaturas (en el hemisferio norte por el menor contraste entre el Ártico y las latitudes medias), no al contrario.
Los estudios arguyen que el calentamiento se está produciendo más rápido que nunca, mostrando una correlación clara con los GEI, especialmente con el dióxido de carbono. Puede que tenga detrás un ciclo natural, pero su vigorosidad se la debe a nuestras emisiones de forma “inequívoca”, tal y como señala en su último informe el IPCC. Hace 3 millones de años tuvimos concentraciones de dióxido de carbono similares a las de hoy (415-420 ppm), considerado el principal gas de efecto invernadero en el proceso de calentamiento global. La principal diferencia es que, por aquel entonces, se necesitaron 20 mil años para alcanzar estos niveles; en la actualidad ha bastado poco más de un siglo.