Cambio de hora: estos son los efectos reales que tiene en nuestra salud
Dentro de unos días, volveremos a adelantar los relojes adaptándonos así al horario de verano. Toca hacerlo dos veces al año y muchas personas notan durante algunos días que están más cansados, incluso irritables.
Hasta 1901, la hora oficial en España se regía por el meridiano de Madrid. Bueno, más o menos, porque cada comunidad acoplaba su hora dependiendo de su situación geográfica. Y con todo el sentido del mundo, ya que de un extremo a otro hay hasta 50 minutos de diferencia entre la salida y la puesta de sol.
Cambio de hora en España
A principios del siglo XX, bien por las presiones de otros países, las guerras, o sencillamente por mejor coordinación, se instauró la hora oficial a partir del meridiano de Greenwich y, en 1918, el cambio de horario al de verano. Pero no fue ni de lejos definitivo. Había años que sí y años que no, dando situaciones tan extrañas como que, durante la Guerra Civil, el bando republicano siguió un horario diferente al bando nacional. El fin de la guerra llegó una hora antes para los republicanos. A partir de 1940, Franco comenzó a seguir el horario alemán, por eso de hacerles una gracia a los alemanes, y en 1973 se hizo definitivo. Con ese horario seguimos en la península.
A partir de ahí, junto con otros 70 países (sí, muchos países no modifican su horario) cambiamos la hora de los relojes con el argumento del ahorro energético que ya utilizó Benjamin Franklin en 1784 o el constructor William Willet en 1905, recogidos por Estados Unidos en 1916.
Nadie pensó en cómo podría afectar a las personas
Muchos estudios se han realizado, aunque ninguno con datos definitivos ni concluyentes. Lo que es evidente es que, desde un punto de vista fisiológico, se sufre una (pequeña) alteración de los ciclos circadianos en relación con la hormona melatonina. Ella es la responsable de la regulación de los estados de vigilia y sueño en función de la luz solar.
Como el horario laboral y tareas habituales siguen siendo las mismas, pero nos levantamos una hora antes de lo habitual, nuestra rutina del sueño varía como si de un jet-lag se tratase.
Eso puede provocar cansancio, dificultad para conciliar el sueño, cambios en el apetito o irritabilidad. Son los niños pequeños y personas muy mayores quienes ven más acusados estos efectos, pero tanto a ellos como al resto: tranquilidad. Nuestro cuerpo sólo necesita de dos a cuatro días para adaptarse a este cambio.
Algunos aprovechan estos momentos para vender productos ”reguladores estacionales”. Si existieran los “reguladores de estafadores” tendrán el doble de trabajo en estas fechas.
¿Qué podemos hacer?
Para que los tres días no se nos hagan eternos, la clave es anticiparse. Porque la eliminación del cambio horario o el ajuste de la península al horario más racional lo he oído tantas veces como las que he puesto en hora todos los relojes de casa.
Algunas ideas son:
- Modificar poco a poco el horario de comidas. No tendremos esa sensación de hambre antes de que lo indique el horario y comamos cualquier cosa cuando no toca. Pero si son alimentos saludables como frutas o frutos secos, fantástico (ojalá esto todos los días).
- Practiquemos ejercicio, aunque justo el fin de semana del cambio, será mejor hacer actividades que no lleven esfuerzo, por eso de no acumular cansancio.
- No abusemos de dispositivos electrónicos ni de bebidas estimulantes antes de dormir y mantengamos una buena rutina del sueño. Esto vale para todos los días del año.
- No son necesarios los medicamentos para dormir, son sólo tres días, podrás con ello. Pero, si no puedes, es el médico el que tendrá que prescribir, en caso de ser necesario, lo que más se ajuste a tus necesidades.
- La parte buena de este cambio, es que llega el verano, el buen tiempo y las tardes al sol. Bien valen tres días un poco mas cansados.