Un calentamiento súbito estratosférico podría alterar el final del invierno

Lleva semanas hablándose del vórtice polar estratosférico. Varios calentamientos súbitos menores lo han desplazado y ahora estará expuesto a uno mucho mayor que probablemente lo desestabilizará por completo, invirtiendo los vientos zonales. Pero ¿qué consecuencias puede tener?

En 2018 un vórtice polar debilitado, incialmente a nivel estratosférico y posteriormente en la troposfera, dio lugar a un invierno borrascoso en la Península Ibérica. 2019, en cambio, con un patrón parecido, fue cálido y seco.

Antes de comenzar, se debe tener claro que la troposfera y la estratosfera son dos capas muy diferenciadas. Interaccionan entre ellas puesto que se encuentran una a continuación de la otra, pero esas interacciones no suelen ser directas ni fáciles de estudiar.

El vórtice polar troposférico es el que condiciona la circulación de borrascas y masas de aire en niveles bajos y el que afecta directamente al tiempo de latitudes medias y altas. Puede ser fuerte y estable o por el contrario débil y ondulado, permitiendo en este último caso que las masas de aire migren con facilidad fuera de sus latitudes de origen y den lugar a episodios meteorológicos anómalos.

El vórtice polar estratosférico, en cambio, se sitúa muy por encima y no tiene una influencia directa sobre las condiciones que observamos en superficie. Lo que suceda en la troposfera y en el vórtice polar troposférico no tiene por qué haber estado condicionado por el estratosférico, sin embargo, una anomalía generalizada y persistente sí puede propagarse de una a otra capa y tener consecuencias a largo plazo. Es por esta razón por la que en las últimas semanas y muy especialmente estos días, se habla de la estratosfera y su comportamiento en el hemisferio norte.

Tras varios calentamientos menores, que han desplazado ligeramente este vórtice de su posición habitual, uno mucho mayor se está gestando en el hemisferio norte y previsiblemente desestabilizará por completo la circulación de forma persistente, hasta el punto de llegar a invertir previsiblemente los vientos zonales en la estratosfera.

Una situación de este tipo tiene muchas más opciones de propagarse a la troposfera y alterar la circulación también a este nivel, lo que sí tendría consecuencias a escala planetaria en el hemisferio norte.

¿Tendría consecuencias en España?

La pregunta es inevitable llegados a este punto, pero la respuesta no es fácil. Las consecuencias de este tipo de anomalías en el vórtice polar estratosférico que, dicho sea de paso, son habituales al final del invierno, se aprecian a escala planetaria y sinóptica. Esto quiere decir que pueden alterar significativamente la circulación de todo el hemisferio en términos generales, pero que es complicado aventurarse a hacer una previsión sobre una ubicación concreta.

En algunos casos, como en 2018, este tipo de eventos han desembocado en un invierno borrascoso y con episodios fríos significativos, pero hay otros en los que no ha tenido gran repercusión en el suroeste e Europa y la península ibérica. Al fin y al cabo, es más probable que se geste un anticiclón de bloqueo en latitudes altas en este tipo de situaciones y, por tanto, que las masas de aire frío se vean forzadas a descender de latitud con todo lo que ello implica, pero no siempre sucede en las mismas zonas.

Tiempo de marzo
La previsión mensual del modelo europeo apunta a un mes de marzo más húmedo de lo normal en gran parte de la Península Ibérica.

En este caso concreto hay algo que sí puede resultar interesante de seguir: el IFS de ECMWF, nuestro modelo de referencia, tiene prevista una tendencia al predominio de las bajas presiones a partir de finales de febrero y de cara al mes de marzo, con precipitaciones que podrían estar por encima de la media de la época del año y temperaturas en la media o incluso por debajo.

Dado que los efectos de esta anomalía en el vórtice polar podrían empezar a notarse a finales de este mes, habrá que prestar especial atención a las últimas semanas del invierno y la transición a la primavera, una época en la que además son habituales grandes cambios en la circulación de todo el hemisferio.