Increíbles 'efectos dominó' que están cambiando el clima del planeta
El calentamiento global está provocando nuevos 'efectos mariposa' que desencadenan un horizonte climático nuevo en muchas zonas del planeta. Quizás ya en gran parte de la Tierra. Repasamos los últimos estudios sobre estas teleconexiones casi impensables.
En las últimas fechas han sido publicados varios estudios centrados en la temperatura de los océanos y cómo esta influye en la dinámica atmosférica, considerando el actual contexto de cambio climático. Las conclusiones son poco alentadoras y concuerdan de maravilla con muchas de las proyecciones climáticas que, desde hace años, apuestan por un siglo XXI bastante ajetreado: eventos meteorológicos cada vez más extremos, deshielo y progresivo aumento del nivel del mar. El sistema climático está interactuando en esa dirección, quizás precipitándose a tipping points o puntos de inflexión. La Tierra parece estar conspirando contra nuestro bienestar y no podemos asumir el papel de víctimas, porque nosotros mismos estamos cincelando el futuro. Veamos algunas de esas teleconexiones.
El océano Indo-Pacífico podría estar cambiando los patrones de lluvia globales
Debido al calentamiento global, los océanos de nuestro planeta se están calentando a un ritmo de 0,06 ºC por década desde el siglo pasado. Tal incremento de temperaturas no es uniforme. La NOAA está vigilando una ‘piscina’ de agua cálida que se extiende a través de los océanos Índico y Pacífico occidental. Desde el año 1900, se estima que ha duplicado su tamaño. Una investigación de la agencia estadounidense ha concluído que esto no solo afecta a la vida del océano, sino que además está impulsando cambios en la Oscilación Julian Madden (MJO por sus siglas en inglés), un patrón meteorológico y climático que determina las precipitaciones regionales de todo el mundo.
Desde los primeros años del siglo XX hasta la actualidad, esa enorme burbuja de agua cálida ha ido expandiéndose unos 230.000 kilómetros cuadrados por año, un área que corresponde, aproximadamente, a la mitad de la Península Ibérica. Su influencia es tal que, a través de los cambios en la MJO, modifica el comportamiento de los monzones o de El Niño, afectando a los ciclones tropicales y otros eventos extremos, como las olas de calor.
El mar de Tasmania calienta la Península Antártica, ¡y distan 6000 kilómetros!
Aquí tenemos otra de las interconexiones recientemente estudiadas que resultan impensables. Primero, pongamos en el mapa ambas zonas. Mientras el mar de Tasmania encaja entre Australia y Nueva Zelanda, la Península Antártica dibuja un brazo que parece querer acariciar el extremo sur de Chile. Media entre ellos todo un continente y un buen tramo del océano Antártico, algo que supone una distancia de 6000 kilómetros. Vaya, un ‘paseo’ para las interconexiones que se producen en la Tierra. Según recoge un estudio recientemente publicado en Nature, el calentamiento que se está produciendo en esa península, que es uno de los más acusados del planeta, puede relacionarse de forma directa con el también observado en el mar de Tasmania.
Hace unos días, nuestro meteorólogo José Miguel Viñas publicó un artículo con sus reflexiones sobre la notable desaceleración observada en la Corriente del Golfo, que podría volver más frío y extremo el clima de Europa.
Las temperaturas anómalas en la superficie marina parecen estar generando un tren de ondas de Rossby (las ‘lenguas’ de aire frío que transportan borrascas y frentes) desde los trópicos a la región antártica, lo que influye en sus teleconexiones. El mar de Tasmania cada vez tiene olas de calor marinas más frecuentes y duraderas. Ese calentamiento ha fortalecido los vientos del oeste en latitudes medias y altas, cambiando las trayectorias de las borrascas que ahora parecen estar inyectando aire templado con mayor regularidad en el promontorio más occidental de la Antártida.
Ahora la Oscilación Multidecadal Atlántica no existe
Hasta ahora, el ámbito meteorológico confiaba a la ‘Oscilación Multidecadal Atlántica’ (AMO) el más reciente incremento de temperaturas del Atlántico, además del producido por el calentamiento global. El experto que definió la AMO, tras unas nuevas pesquisas, ha llegado a la conclusión de que esa oscilación no es fruto de un vaivén regular, sino que estuvo condicionada primero por las grandes erupciones volcánicas de finales del XIX y, después, por la contaminación industrial con azufre de mediados del siglo XX. Y donde dije digo, digo Diego.
El científico en cuestión, Michael E. Mann, ha publicado recientemente junto con otros académicos los resultados en la revista Science, asumiendo que la AMO ha sido un artifact y que, por tanto, nada usual puede frenar el incremento de temperaturas que está registrando el Atlántico. Solo algo extraordinario, como por ejemplo otro episodio de vulcanismo extremo. Los expertos en huracanes vinculan el actual mayor número de estos ciclones -en parte- al ciclo interno de AMO, pues bien, Mann sugiere que dejen de hacerlo porque así minimizan los rigores de la amenaza real, que es el cambio climático.