¿Quién ganó la batalla de Teruel, el General Invierno?
“Diciembre ha congelado su aliento de dos filos, y lo resopla desde los cielos congelados, como una llama seca desarrollada en hilos, como una larga ruina que ataca a los soldados". Primera estrofa de 'El soldado y la nieve' de Miguel Hernández.
Tras la victoria a finales de octubre de los sublevados en la ofensiva de Asturias, se terminó con el frente del Norte y la Guerra se fue inclinando hacia su bando. En ese contexto, se preparó una gran concentración de tropas en la zona de Zaragoza y Soria con intención de atacar Madrid. Pero esta situación no pasó desapercibida para el servicio de inteligencia republicano, y el Estado Mayor Central decidió emprender una acción ofensiva-defensiva para distraer tropas de esta posible ofensiva.
Teruel fue la ciudad elegida, se encontraba en un saliente del frente de Aragón, que apuntaba peligrosamente hacia el Mediterráneo. La consideraban una capital de provincia de pequeña población, con poco interés militar y escasamente defendida.
Su conquista no estaba destinada a ser principio de nada, sino una importante acción de propaganda para distraer a los franquistas, ganar tiempo prolongando la guerra y aumentar la moral propia. Inicialmente la ofensiva estaba prevista para el 13 de diciembre, pero las malas condiciones meteorológicas obligaron al mando republicano a retrasarla.
Fuerzas en combate
Las fuerzas republicanas destinadas a esta ofensiva fueron 10 divisiones, divididas en tres Cuerpos de Ejército, con unas 400 piezas de artillería, 100 tanques, así como unos 120 aviones desplegados en los aeródromos de Levante. Según los historiadores, aglotinaban entre 77.000 a 80.000 soldados bajo el mando del coronel Juan Hernández Saravia.
El bando sublevado contaba en la zona con unos 6.000 a 8.000 hombres, entre militares y voluntarios, al mando del coronel Domingo Rey d’Harcourt. Al socorro de estos defensores, Franco mandó al principio dos Cuerpos de Ejército, con 9 divisiones y dos en la reserva. Unos 100.000 soldados en total, a los que había que añadir de 300 a 500 cañones, algunos carros de combate alemanes, así como unos 140 aviones.
El General Invierno quiso tomar parte en la pelea, fue el primero en llegar, unos días antes a la contienda, con una serie de frentes fríos, bajas temperaturas y viento, que se tradujo en nevadas que dejaron el terreno completamente cubierto de nieve. Por si esto fuera poco, posteriormente una irrupción siberiana trajo unas temperaturas extremadamente bajas, que causaron estragos entre los contendientes.
La batalla de Teruel: preámbulo
Durante los 10 primeros días del mes hubo un flujo dominante del oeste, con precipitaciones, mucha nubosidad a todos los niveles, viento y visibilidad relativamente baja, factores muy negativos para la actividad de la aviación.
Entre los días 12 y 13, el General Invierno mostró su primer colmillo. Con el anticiclón en las Azores y una profunda borrasca sobre las islas Británicas, el pasillo del aire frío y húmedo quedó abierto. El observatorio de El Retiro en Madrid marcó una mínima de -2 ºC el día 13. Con los reanálisis de la NOAA a unos 1.500 metros de altura se puede calcular en la zona del frente unos -4 ºC con viento moderado del noroeste.
Viendo que la situación meteorológica no terminaba de mejorar y que la ofensiva sobre Madrid podía producirse en cualquier momento, Vicente Rojo inició el ataque el día 15 de diciembre de 1937.
Durante esa madrugada las tropas asaltantes, mal preparadas para el combate invernal, empezaron su avance bajo la nieve, con una temperatura que había vuelto a descender por debajo de los -3 ºC, con viento del noroeste moderado y una sensación térmica próxima a los -20 ºC. El riesgo de congelación era elevado. La situación meteorológica permaneció más o menos igual hasta el día 19, manteniéndose la entrada fría del norte.
La batalla de Teruel: el intento de rescate
Franco no quería abandonar su idea de atacar Madrid y, con dudas, decidió atrasar hasta el día 22 los movimientos para el contraataque. Las tropas que se pusieron en marcha estaban formadas por dos Cuerpos de Ejército más dos brigadas navarras de aproximadamente 7 divisiones, apoyadas por 300 cañones y la aviación.
Mientras todo esto sucedía en el frente de combate, la atmósfera se tomó un respiro y entre los días 19 y 27 hubo una situación de altas presiones, con la formación de un potente anticiclón que irá a condicionar las siguientes jornadas. El día 29 por fin se produjo el choque de los dos ejércitos. El ataque fue precedido por una tormenta de obúses como no se había visto hasta entonces y un bombardeo aéreo de duró dos horas; después atacó la infantería, pero las defensas republicanas aguantaron.
La batalla de Teruel: San Silvestre, coge la capa y vete
El tercer contendiente también aceptó el combate, movió sus piezas en los días previos, colocando un potente anticiclón de 1045 hPa en el norte de Europa. Por su parte sureste se descolgó una borrasca que alcanzó el Mediterráneo entre los días 26 y 27. Eran las condiciones perfectas para una irrupción del nordeste, una auténtica siberiana, que alcanzó la Península una jornada después. Madrid amaneció el día 28 con -4 ºC.
El día 30 se pudieron utilizar los cazas, en ataque rasante a la infantería, y las bombas artilleras para atacar las trincheras. Así consiguieron que las tropas republicanas iniciaran una retirada precipitada. De manera sorprendente, los atacantes gubernamentales que pugnaban por doblegar la resistencia del interior, también se retiraron el día de San Silvestre, pero en orden y en silencio. Teruel quedó desierta y tranquila por unas horas.
La batalla de Teruel: En enero, la nieve en el alero
El día 31 ninguno de los dos ejércitos pudo imaginarse lo que se les avecinaba. Todo empezó a eso de las 16:30, cuando algunos copos iniciaron su caída sobre la capital aragonesa. El reanálisis del día 31 a las 12z muestra el embolsamiento más frío entrando en la Península por los Pirineos occidentales, con un núcleo de -14 ºC a 1.500 metros, que en la zona de Teruel pudo ser inferior a -10 ºC, con viento moderado del nordeste.
En Madrid, el Año Nuevo trajo una mínima de -5,5 ºC, por lo que en la zona del frente la sensación térmica pudo ser de -25 a -30 ºC. Bajo estas condiciones, las partes del cuerpo expuestas al viento se pueden congelar en menos de 5 minutos.
Algunos testimonios hablan de casi medio metro de nieve en las zonas altas circundantes a la ciudad. Los soldados que estaban en el exterior se helaban; ni los abrigos, ni los pasamontañas, ni las mantas les permitían aguantar. Así el avance era imposible, la ciudad estaba desierta. Los sitiados decidieron permanecer en el interior de sus reductos. El Año Nuevo se inició con un momento de paz en la destrozada ciudad de los amantes.
La batalla de Teruel: la conquista
Las condiciones meteorológicas apenas variaron en los siguientes dos días. El día 1 de enero de 1938, por la mañana, cuando se tenía pensado llegar a liberar a las tropas asediadas en Teruel, la visibilidad era inferior a 10 metros, había ventisca, seguía nevando y los movimientos de tropas eran imposibles.
Llegó a nevar en ciudades poco habituadas a este fenómeno, como Barcelona o Valencia. El Observatorio del Ebro en Tortosa tuvo una mínima de -1,5 ºC y una máxima que apenas pasó de los 2 ºC, con precipitación de nieve desde el día anterior. Las tropas republicanas que se habían retirado se quedaron a las puertas de la ciudad y al despuntar el alba, del primero de enero, se les mandó nuevamente al asalto de Teruel. Esta vez la meteorología vino en ayuda de las tropas gubernamentales y les proporcionó una nueva oportunidad de rehacerse en el último suspiro.
El Día de Reyes, tras unos días de combates indecisos en los alrededores de Teruel, las tropas gubernamentales consiguieron una importante victoria e impidieron definitivamente que los sitiados pudieran ser rescatados. Entre el 7 y el 8 de enero, el ejército republicano consiguió la rendición de los últimos reductos en la ciudad y contuvo la contraofensiva rebelde.
La batalla de Teruel: conclusiones y los Pies de Teruel
La ciudad, muda por el intenso frío, llena de escombros y muerte por las calles, cayó pesadamente sobre el ánimo de los soldados. Solo quedaban en pie los esqueletos de muchos edificios de una pequeña ciudad de provincias que por unos días fue todo para la República. Teruel se convirtió en el punto de inflexión para cambiar el curso de la guerra.
La situación meteorológica durante todos estos días de enero apenas cambió. Se mantuvo la entrada del nordeste sobre toda la Península, incluso el día 4 hubo otro núcleo inferior a -10 ºC que entró por el Cantábrico oriental. Aunque con menor intensidad, las precipitaciones de nieve continuaron sobre Teruel y sus alrededores, con temperaturas bajo cero durante todo el día; incluso en Madrid el día 5 tuvo una máxima de -2 ºC, siendo la mínima el día 7 de -9,2 ºC.
En este punto se debe hacer una mención especial a los sufrimientos padecidos por los infantes de uno y otro bando en unas condiciones atmosféricas extremas que produjeron un gran número de congelaciones. Las bajas temperaturas, el viento, el tiempo de exposición y la humedad condicionaron estas dolencias.
El problema más habitual que provocó las malas condiciones atmosféricas fue lo que se conoce como la gangrena seca, que se manifiesta en la momificación de la parte distal de la extremidad, en especial de los dedos del pie. La piel se tornaba de un color negruzco y con aspecto apergaminado, lo que popularmente se llamó “los pies negros de Teruel”.
Durante estas semanas de combates, el porcentaje de bajas sufridas por congelación en las unidades que tomaron parte en la batalla fue el más alto de los casi tres meses de combates. En total, según diversos autores, las pérdidas por congelación de los franquistas durante la batalla de Teruel superaron las 18.000, un 33% de todos los muertos, heridos o prisioneros. Entre las fuerzas republicanas el total de bajas como consecuencia del frío rondó los 20.000 hombres, algo más de un tercio del total. Queda claro que el verdadero ganador de esta parte de la Batalla de Teruel fue “El General Invierno”.