¿Aumentan los tatuajes el riesgo de tener cáncer de linfoma? Esto dice un estudio en The Lancet

Decorar nuestra piel de manera permanente puede suponer inyectar pigmentos con metales como arsénico, cromo, cobalto, plomo y níquel, además de otras sustancias cancerígenas. Esto es lo que ocurre cuando llegan al sistema linfático, encargado de protegernos.

Con el paso del tiempo, hasta el 99% de los pigmentos inyectados a través de un tatuaje acaba en el sistema linfático.

Se calcula que alrededor de un 14% de la población en Europa tiene, al menos, un tatuaje. En el contexto global, Italia es el país con más personas tatuadas en el mundo (48%); seguido de Suecia, Estados Unidos, Australia, Argentina y España (entre el 40 y el 47%), en su horquilla de población entre 16 y 35 años.

Tatuar nuestra piel con finos estéticos -incluido el microblading, el maquillaje permanente o el semipermanente- es una vieja práctica sobre la que siempre han sobrevolado sospechas respecto a sus repercusiones para la salud.

Ahora, un estudio financiado por el Consejo Sueco de Investigación para la Salud, la Vida Laboral y el Bienestar, FORTE, que ha sido publicado en la revista médica británica The Lancet, arroja resultados muy preocupantes.

La investigación concluye que tener tatuajes aumenta en un 21% las posibilidades de desarrollar un linfoma. Un riesgo que es más elevado en los dos primeros años tras el tatuaje y, después, a partir de los once años.

Sustancias que pueden introducirse en nuestra piel mediante el tatuaje

En teoría, las tintas que se utilizan para tatuar deben estar autorizadas por las agencias nacionales de medicamentos y productos sanitarios, además de contar con fichas de seguridad que confirman que no contienen sustancias cancerígenas. El problema surge cuando se utilizan tintas ilegales.

Como recuerda el estudio, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer clasifica como cancerígenas un número significativo y preocupante de sustancias químicas presentes en la tinta para tatuajes. De hecho, sólo entre 2007 y 2017 se prohibieron en Europa 190 tintas de tatuaje o maquillajes permanentes, la mayoría procedentes de Estados Unidos.

Contenían sustancias químicas cancerígenas, tales como aminas aromáticas primarias (tintas de colores), hidrocarburos aromáticos policíclicos (tintas negras) y, en general, metales como arsénico, cromo, cobalto, plomo y níquel.

Además, se sabe que ciertos pigmentos (los azoderivados) también liberan compuestos cancerígenos por la exposición del tatuaje a la radiación solar ultravioleta.

¿Cómo actúa la tinta en nuestro organismo?

Durante el proceso del tatuaje, se inyecta tinta en la capa media de la piel (dermis) mediante punciones repetidas de la barrera cutánea. Al principio, esa tinta, que actúa como cualquier otro antígeno, produce una respuesta inmunológica local que suele manifestarse en forma de inflamación.

Pero, con el tiempo, la tinta se transporta a los ganglios linfáticos, desde donde se inicia una respuesta inmune sistémica, es decir, generalizada.

Seis semanas después del tatuaje, el 32% del pigmento inyectado se desplaza a través de las redes sanguíneas y linfáticas. Un porcentaje que aumenta hasta el 99% con el paso del tiempo.

De hecho, antes de este estudio clínico, llevaban décadas describiéndose ganglios linfáticos coloreados y agrandados en personas tatuadas.

¿Qué es el linfoma?

Con el término linfoma se describen diferentes tipos de cáncer que comienzan en las células del sistema linfático , que es parte de la red del organismo encargada de combatir infecciones y enfermedades.

Esto incluye los ganglios linfáticos, los vasos linfáticos (una red de tubos que transportan la linfa y los glóbulos blancos), la médula ósea, el bazo, el timo, las amígdalas y las adenoides, así como el tejido linfático del intestino delgado y de otras partes del cuerpo.

El microblading o los maquillajes permanentes y semipermanentes también suponen la entrada de pigmentos en el sistema linfático.

En el estudio realizado, los subtipos más comunes fueron el linfoma difuso de células B grandes (28%), el linfoma de Hodgkin (21%) y el linfoma folicular (18%). La media de edad en el momento del diagnóstico osciló entre 51 y 57 años, excepto en los afectados por linfoma de Hodgkin, que se situó en los 36.

Aunque esta investigación apenas ha comenzado a arañar en la superficie de los efectos de los tatuajes en la salud a largo plazo , el estudio sugiere que pueden ser un factor de riesgo de linfoma maligno, lo que debe ser abordado desde una perspectiva de salud pública.

Por eso, los autores del estudio urgen a la realización de más investigaciones epidemiológicas para establecer la causalidad y también subrayan la importancia de establecer medidas reguladoras para controlar la composición química de la tinta del tatuaje.

Referencia de la noticia:

Christel Nielsen, Mats Jerkeman and Anna Saxne Jöuda (2024). Tattoos as a risk factor for malignant lymphoma: a population-based case–control study. The Lancet, vol. 72. DOI: https://doi.org/10.1016/j.eclinm.2024.102649