Atrapados en el centro comercial Bonaire de Valencia: qué ha pasado y por qué a muchos expertos no les coge por sorpresa
Las inundaciones de ayer en Bonaire dejaron a numerosas personas atrapadas en los pisos superiores. La tormenta fue descomunal, pero hay dos factores adicionales que se debieron ver venir.
Los daños personales y materiales de la tormenta catastrófica de ayer en Valencia son aún inabarcables, con muchas personas aún a la espera de ser rescatadas o de camino a casa a pie, dejando atrás sus puestos de trabajo o vehículos, algo que, por cierto, se debe hacer siempre con el amparo de las autoridades.
Una de las historias que más ha trascendido ha sido la del centro comercial Bonaire, en la localidad valenciana de Aldaia. Allí ha habido gente en los pisos superiores hasta hace apenas unas horas, según informan algunos medios locales.
Bonaire es uno de los centros comerciales más grandes de España. Cuenta con 254.000 metros cuadrados que se distribuyen sobre un suelo llano, antes de huerta, que linda con el barranco de la Saleta, algo más arriba del Pozalet. Esa rambla nace bastantes kilómetros más arriba, recoge sus primeras aguas de Cheste e incluso de Pedralba, y baja serpenteando hasta la comarca de l’Horta. Allí transcurre por un polígono industrial, linda con la zona comercial y, lo más curioso de todo, desemboca en pleno núcleo urbano del pueblo de Aldaia. Después se pierde la pista camino de Alaquàs y Xirivella.
La problemática de Aldaia con las avenidas viene de años atrás, cuyos envites llegan del barranco de la Saleta y en ocasiones se agravan con los aportes del barranco del Poyo cuando este se desborda. Transcurren durante unos kilómetros muy cerca uno del otro y cada cierto tiempo comparten agua dejando numerosos daños sobre todo en esas tres localidades. Pues bien, este centro comercial está justo en la zona donde en ocasiones bajan combinados.
Lo de ayer fue más que una tormenta descomunal
El fenómeno de ayer fue descomunal, una tormenta que puede hablar de ‘tú a tú’ a las de Tous o la riada de Valencia de 1957, pero no podemos perder la pista a la deficiente planificación urbanística. Bonaire se construyó en a finales de los noventa y se inauguró en el año 2001 en una zona inundable.
Esto los expertos ya lo sabían y probablemente los constructores también, no podía ser de otro modo, pero lo vieron como un riesgo asumible. En las Facultades de Geografía de la Comunidad Valenciana no lo tienen tan claro, porque habitualmente es un caso de estudio en el capítulo de aberraciones urbanísticas.
Por cercanía es un caso que conozco bien, incluso he llegado a presentar algún proyecto para preservar la seguridad de la zona que no salió adelante. Basta con visitar la web del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables (SNCZI), y concretamente su visor cartográfico, para darse cuenta. Activando en el mapa la capa de zonas inundables con probabilidad baja o excepcional, con un período de retorno de 500 años, se ‘pinta’ a la perfección lo que ocurrió ayer.
Al clicar, una mancha rosa se extiende desde las afueras de Loriguilla, abrazando el agua de los dos barrancos, hasta la autovía (A3) que da acceso a Bonaire. Después la cruza, rellena todo el espacio donde está el centro comercial y enfila hasta Aldaia.
El agravante del calentamiento global: ha cambiado las reglas del juego
Aquí hay un detalle que se debe destacar, para el propio SNCZI. El agua ayer recorrió gran parte de las calles del pueblo y en ese período de retorno eso no está contemplado, bordea el núcleo urbano hasta enfilar Chirivella y precipitarse al cauce nuevo del río Turia. Puede que la inundación de ayer exceda ese período de retorno pero, si lo hace, es algo que se debe replantear. Tormentas como las de ayer, que dejan 300 o 400 litros en menos de 24 horas, cada vez parecen más probables en el actual marco de calentamiento global.
Para finalizar, por tanto debemos destacar tres factores de lo ocurrido ayer: el carácter excepcional del sistema convectivo con sus lluvias; la construcción de un centro comercial en una zona inundable, por remoto que parezca el período de retorno; y un nuevo agravante, el calentamiento global que cambia las reglas del juego.