El pez más antiguo y feo del mundo está en Galicia

Considerado bocado de dioses, el origen de este pez vampiro se remonta a la Prehistoria. 500 millones de años de supervivencia que ahora se ven amenazados por la acción del hombre. La última gran reserva española está en el Miño.

Este pez prehistórico que apenas ha evolucionado ha convertido el río Miño en uno de sus mayores refugios mundiales.

Hace 500 millones de años, durante el período Cámbrico de la era Paleozoica, la vida marina estaba experimentando una verdadera explosión de diversidad biológica.

De aquellos peces primitivos, con características morfológicas muy diferentes a los que conocemos hoy, hay una especie que ha sobrevivido hasta nuestros días sin apenas evolucionar.

En España puede encontrarse sobre todo en Galicia, tanto en sus costas accidentadas como, fundamentalmente, en el río Miño, donde forma parte de su riqueza inmemorial. Sólo allí es posible su pesca, muy controlada porque sus poblaciones se encuentran en un acusado declive. Hablamos de la lamprea. Un pez de aspecto monstruoso que, al mismo tiempo, es considerado un bocado de dioses.

Un vampiro que vive entre el río y el mar

La lamprea (Petromyzon marinus) es un pez de aspecto serpentiforme con cuerpo cilíndrico, sin escamas, gelatinoso y muy resbaladizo. Generalmente mide unos 100 centímetros. Aunque en algunos aspectos recuerda a las anguilas, ambas especies no están emparentadas.

Forma parte del grupo de animales agnatos, esto es, que carecen de mandíbulas. Su boca circular está llena de dientes afilados con los que succionan la sangre de otros peces, principalmente salmones, bacalaos o truchas.

Lamprea adherida a fondo rocoso.

Aunque puede nadar rápidamente, por regla general, o permanece adherida a las rocas marinas a unos 200 metros de profundidad, o viaja pegada al cuerpo de los animales que parasita hasta que los desangra. Entonces, busca una nueva víctima.

Se trata de un pez anádromo: desarrolla la mayor parte de su vida en el mar, pero remonta los ríos para desovar y reproducirse. Esto sucede a finales de la primavera y principios del verano.

Morir para poder reproducirse

Sobre su reproducción, el macho es el encargado de excavar el nido en los lechos arenosos de los ríos cuando la temperatura del agua supera los 10 ºC. Al caer la noche, la hembra deposita hasta 200.000 huevos en el nido.

Entonces, macho y hembra entrelazan sus cuerpos protegiendo la puesta y se adhieren al fondo gracias a sus discos bucales, que actúan como ventosas. Poco después, ambos mueren debido al gran esfuerzo realizado.

Los huevos eclosionan a los quince días. De ellos surgen unas prolarvas que miden entre 3 y 4 milímetros que permanecen en el nido de 2 a 3 semanas más. Es el tiempo necesario para desarrollar las branquias y el embudo bucal.

Cuando alcanzan un tamaño de entre 5 y 12 mm, abandonan el nido dejándose llevar río abajo hasta alcanzar un lugar adecuado donde enterrarse para protegerse de la depredación. Allí permanecerán entre 3 y 5 años, momento en el que se produce su metamorfosis y migran al mar.

Delicia culinaria digna de los césares

Considerada una exquisitez culinaria, la lamprea tenía un lugar destacado en la gastronomía de la antigua Roma. Su potente y peculiar sabor a carne y su delicada textura, la convertían en un manjar reservado para las clases más altas de la sociedad romana.

Se sabe que algunos de los emperadores más famosos de la historia de Roma, como Julio César o Augusto, incluían lampreas entre los platos principales de sus banquetes. Las hacían traer en pequeñas piscinas desde el pueblo de Arbo (Pontevedra), actualmente considerado la capital mundial de la lamprea.

Acompañada de caldos de las Rías Baixas, la lamprea se cocina rellena, en empanada o en su propia sangre. Fotografía: Diputación de Pontevedra.

Además de su importancia gastronómica, la lamprea también tenía un significado simbólico en la antigua Roma, donde se asociaba con el poder y la astucia, por lo que su degustación se reservaba a personas con autoridad y alto estatus.

Además, los romanos también la utilizaban como método de tortura. Para ello, introducían a los reos en grandes tanques de agua llenos de lampreas, para que succionaran su sangre con su boca dentada.

La Fiesta de la Lamprea, de Interés Turístico Internacional

No hay otro lugar en el planeta que tenga una tradición tan antigua y arraigada alrededor de este misterioso pez prehistórico como Arbo. Allí, desde hace más de sesenta años, su ayuntamiento homenajea a este animal, que está representado incluso en la bandera del concejo, con la celebración de la Fiesta de la Lamprea, declarada de Interés Turístico Internacional en 2023.

Sobre las márgenes fluviales del Miño se mantienen hasta 400 construcciones de piedra denominadas "pesqueiras", algunas de ellas de origen romano, lo que demuestra que, en Arbo, la tradición de la pesca de la lamprea cuenta con siglos de antigüedad.

Desde las pesqueiras se coloca el biturón o masoura, un arte de pesca consistente en una red en forma de embudo que obliga a la lamprea a entrar sin que ya pueda salir.

Otras formas autorizadas de capturarla son la estacada, la fisga (una por pescador) y la luz artificial. Su valor comercial ha alcanzado este 2024 los 125 euros por piezas de alrededor de 1,2 kilos.

Pesqueiras en el río Miño. Fotografía: Concello de Arbo.

500 millones de años de supervivencia amenazados por la acción del hombre

La captura de la lamprea está especialmente controlada. La Xunta de Galicia fija el período, los límites y las artes de pesca. E incluso en ríos como el Tea, sortea los puestos de pesca. A pesar de ello, la sobrepesca furtiva es hoy una de sus principales amenazas.

La mala calidad de las aguas a causa de la contaminación por vertidos, la construcción de embalses, la extracción de grava y los efectos del cambio climático también han contribuido a que en Europa se considere ya una especie vulnerable.

En otras zonas de España donde un día remontó también las aguas de los ríos Ebro y Guadalquivir, la lamprea está hoy considerada en peligro de extinción.