Caos en la flora y fauna del Reino Unido por los nuevos fenómenos meteorológicos extremos
Las alteraciones del ritmo de las estaciones y los récords de temperaturas alcanzados este 2023, han aumentado las enfermedades en plantas y animales silvestres. Pero no son las únicas consecuencias de lo que podría ser una verdadera catástrofe ambiental.
El clima no deja de enviarnos señales sobre los intensos cambios que está sufriendo el planeta: desde las variaciones en las pautas meteorológicas que amenazan la producción de alimentos, hasta el aumento del nivel del mar que incrementa el riesgo de inundaciones catastróficas. Los efectos del cambio climático nos afectan -y deben preocuparnos- a todos.
Ahora, la última voz de alarma la ha lanzado el National Trust, una organización benéfica independiente nacida en 1895 y dedicada a la conservación del patrimonio, incluido el natural, en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.
En declaraciones a la BBC, el jefe de Naturaleza y Ecología de Restauración de esta entidad, Ben McCarthy, ha calificado estos cambios como “graves”, y ha advertido que, de no frenarse, a lo largo de una década podrían tener consecuencias irreparables.
Las temperaturas más altas jamás registradas
Lo vimos este verano en los medios de comunicación: en 2023, en la costa del Reino Unido se alcanzaron las temperaturas oceánicas más altas jamás registradas. Un calentamiento continuo que tiene efectos directos sobre la flora y la fauna, y que afecta también a los recursos que se obtienen del mar.
Al igual que las olas de calor terrestre, las marinas no sólo han duplicado su frecuencia entre 1982 y 2016, sino que se han vuelto también más intensas y prolongadas.
El motivo se encuentra en que casi el 90% del exceso de calor generado por el cambio climático se almacena en los océanos, incluido el Atlántico y el Mar del Norte. En las últimas dos décadas, según un estudio de 2021 del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), se ha duplicado esa tasa de acumulación.
Los expertos advierten: entramos en un territorio climático y meteorológico desconocido
El meteorólogo canario, Juan Jesús González Alemán, ha explicado en la red social X que "desde que tenemos registros, nunca se ha visto al Atlántico Norte con una extensión tan grande de anomalías positivas en la temperatura superficial del agua".
Nuestro experto Francisco Martín León es aún más explícito en una entrevista que concedió a El País el pasado mes de abril: “Estamos entrando en un territorio climático y meteorológico desconocido y superando unas fronteras que nunca se habían sobrepasado”.
Grave afectación de las masas de agua
Para el National Trust, el hecho de que, además, en Reino Unido el invierno esté siendo inusualmente cálido y seco, está provocando que aumenten las plagas y enfermedades que afectan a la vida silvestre.
El descenso de los niveles de agua en ríos, embalses y lagos por la combinación de altas temperaturas y la ausencia de lluvias (en agosto la Agencia del Medio Ambiente (EA) de Reino Unido decretó la sequía en el suroeste de Inglaterra), ha sido determinante en la proliferación de algas, que generan efectos adversos en las masas de agua.
El ejemplo más palmario en toda Europa lo encontramos en la muerte agónica del Mar Menor, en la Región de Murcia (España). Allí, el vertido incontrolado de nutrientes inorgánicos procedentes de actividades humanas (eutrofización), principalmente de la agricultura y la ganadería intensivas, ha incrementado exponencialmente la presencia de algas fitoplanctónicas.
La laguna salada se ha convertido en una especie de sopa verde, turbia y opaca que impide que la luz penetre hasta el fondo del ecosistema. Como consecuencia, las especies vegetales no pueden realizar la fotosíntesis y mueren.
La masa de agua queda dominada entonces por bacterias que se alimentan de la materia muerta y generan compuestos tóxicos. Estos microorganismos, además, consumen el oxígeno que necesitan peces y moluscos, que perecen masivamente por anoxia.
Borrascas dramáticas y aumento de plagas
Otro de los efectos que el cambio climático ha dejado notar en el Reino Unido son las borrascas mortales. El octubre pasado, la denominada como Babet, generó vientos huracanados e inundaciones que arrasaron regiones enteras de Dinamarca, Noruega y Alemania, y causaron la muerte de tres personas en las islas británicas.
Solo unas semanas después, la borrasca Ciarán volvió a golpear con fuerza parte del viejo continente. Una persona en España y otra en Francia perdieron la vida como consecuencia de la caída de árboles por las fuertes rachas de viento, que llegaron a alcanzar los 150km/hora.
El calor y las alteraciones del ritmo de las estaciones también están provocando el florecimiento temprano de plantas y árboles, que se vuelven susceptibles a olas de frío repentinas que hacen perder sus frutos.
Esto afecta, además, a los polinizadores y a las aves que se alimentan de sus semillas. Estas olas de frío son también cada vez más cortas, lo que impide el control de parásitos y patógenos que atacan a las especies vegetales.
Migrantes climáticos y muerte de seres vivos
La mutación climática también tiene importantes consecuencias en el reino animal. A medida que el clima del continente se calienta, algunas especies migran desde su Mediterráneo natural hacia el norte.
Un estudio elaborado por investigadores de las universidades de Cambridge, Durham y Newcastle, en Reino Unido, y publicado por la revista científica PNAS, señala que al menos un tercio de las especies de aves y mamíferos alterarán su distribución en los próximos 50 años debido al cambio climático.
Otros, como los animales que hibernan, se ven obligados a interrumpir más temprano su sueño invernal, por lo que agotan antes sus fuentes de alimento y no pueden conseguir reservas de grasa suficientes para resistir la siguiente hibernación. En las dos últimas décadas, las poblaciones de lirones enanos o muscardinos, endémicos del Reino Unido, han descendido más de un 70%.
En algunas zonas de las islas británicas, los ciervos han retrasado su periodo de reproducción. Ahora sus crías nacen en otoño en lugar de verano, lo que hace que no estén lo suficientemente desarrolladas para sobrevivir a los rigores del invierno.
Son los hechos que nos indican que nos encontramos en un momento decisivo para afrontar con valentía el mayor desafío de nuestro tiempo: el cambio climático.