Las tres claves de la tragedia de Portugal
Portugal está viviendo el incendio más mortífero de los últimos 50 años. El impacto de un rayo desató una catástrofe que ha dejado 62 víctimas y otras sesenta personas ingresadas por heridas de diversa gravedad, dos de ellas graves. Te contamos las tres claves del siniestro.
El incendio que se inició el sábado por la tarde en Pedrógão Grande, en el centro de Portugal, continúa activo y avanza por los distritos de Castelo Branco y Coimbra. El fuego a su paso ha cercenado la vida de al menos 62 personas y más de sesenta están ingresadas, dos de ellas en estado grave según Constança Urbano de Sousa, Ministra de Interior lusa.
Esta “tormenta de llamas”, así es como se refieren las autoridades portuguesas al siniestro, ha sido la más mortífera de los últimos 50 años en Portugal. Desde que empezó el siglo XXI, el país vecino ha sido prolijo en este tipo de catástrofes. La oleada más grande de incendios se vivió en 2003 y, como en este caso, el calor extraordinario fue el detonante. Aquel año ardieron cerca de 300 mil hectáreas de bosque y fallecieron 18 personas. Muchos de esos conatos fueron provocados. En esta ocasión las causas parecen naturales y de los informes trascienden, al menos, tres claves.
Calor y tormentas secas
En la jornada del sábado las altas temperaturas, unidas a una ligera entrada de aire frío en las capas altas de la troposfera, detonaron el desarrollo de grandes cumulonimbos que descargaron chubascos tormentosos en la Península Ibérica. Algunas tormentas dejaron chaparrones intensos pero otras tantas fueron “secas”.
La formación de las tormentas secas atiende, en su inicio, a las mismas causas que el resto. El aire cálido disponible en superficie pesa poco y “flota” –asciende- hasta que se topa con temperaturas más bajas. A partir de los 8000 metros de altitud alcanza su punto de rocío, forma nubes y se condensa dejando aguaceros. Si hay la suficiente humedad en superficie las gotitas que caen empapan el suelo pero, ¿y si no la hay? La precipitación no llega, se evapora y se seca antes de tocar tierra. Los rayos, en cambio, sí que impactan con el arbolado o con cualquier superficie elevada y son potencialmente peligrosos para el bosque.
La región de Pedrócão Grande acumuló todos los factores para la tragedia. En las horas centrales del sábado las temperaturas superaron los 40ºC en amplias zonas de Portugal. El Instituto Portugués del Mar y la Atmófera (IPMA) cuenta con una red de observatorios que dejaron datos de efeméride. Cerca del área del incendio, el municipio de Tomar (Valdonas) registró una temperatura máxima de 43ºC. En Ansião, a escasos 30 kilómetros del punto donde se iniciaron las llamas, el mercurio subió hasta los 41.6ºC.
El intensísimo calor, las fuertes rachas de viento expelidas por la tormenta –de hasta 59km/h en Tomar- y una vegetación eminentemente seca dejaron un pasto idóneo para que saltaran las llamas al primer impacto de rayo.
La sequía extrema
El 70% del territorio de Portugal está registrando una sequía moderada e incluso extrema. La primera mitad del año ha presentado en general muy pocas precipitaciones. Las lluvias sólo atendieron a la media en el mes de mayo, que además fue “extremadamente caluroso” según el IPMA.
Estas últimas precipitaciones han logrado reducir el área afectada por el estrés hídrico en un 26%. A finales de abril el instituto portugués cifraba en un 96% el área afectada por la sequía. Aun así, únicamente la situación de los recursos y la vegetación es saludable en la región del Algarve según el último boletín. Esto ha dejado un bosque reseco y muy proclive a los grandes incendios, sobre todo en el centro y norte del país.
Arbolado pirófito: “amante del fuego”
En las últimas décadas las montañas de Portugal se han llenado de pinos y eucaliptos, especies que soportan bien los arrebatos del fuego pero que, a la vez, son altamente combustibles. Forman parte de las llamadas especies pirófitas, cuya raíz griega viene de la “amistad” que tienen estas plantas con las llamas.
Estos árboles son de crecimiento rápido y cuentan con semillas diseñadas para sobrevivir a los incendios. Estas últimas en contacto con el fuego pueden saltar decenas de metros e incendiar rápidamente otras masas boscosas distantes, extendiendo rápidamente las llamas. Los pinos y los eucaliptos arden con muchísima facilidad.
Numerosas asociaciones desde hace años están reclamando al Gobierno portugués una reforma forestal que regule la plantación de estas especies. Según Juan Branco, ingeniero forestal de la organización Quercus, el pasado invierno se vendieron más de tres millones de estas plantas altamente inflamables. Lo ideal sería volver a especies autóctonas como los robles, encinas o alcornoques. Esta mala planificación también se padece en España.