10 mil millones de bacterias (por centímetro cúbico) en tu encimera
10 000 000 000 (diez mil millones) de bacterias por centímetro cúbico. Eso es lo que se acumula en tu estropajo o bayeta de cocina cada semana. Si has tenido en tu fregadero esa bayeta con textura gelatinosa y mal olor... enhorabuena (o no) se ha creado una sociedad, de bacterias, pero sociedad al fin y al cabo.
En nuestra casa tiene un fácil arreglo, ¡tírala, no hay nada que hacer! A las bacterias no les gusta estar solas, su fuerte son las comunidades donde se pueden proteger y reproducir (consiguiendo adaptarse rápidamente al medio).
Estamos rodeados de bacterias, nos guste o no, algunas de ellas (a las que llamamos planctónicas) se mueven en el entorno gracias su flagelo, un apéndice móvil que utilizan como un látigo para moverse. Pero, como todos, ellas buscan la estabilidad. Si consiguen llegar a una superficie interesante, donde ven un futuro… dejan su flagelo y se asientan (¡tan maduras ellas!). Una vez sedentarias, sólo queda reproducirse.
En ese momento, empiezan a producir una sustancia (a base de exopolisacáridos, que darán aspecto gelatinoso, proteínas, etc) que consigue que estén agrupadas, creando zonas donde encontrarse a salvo. Cuando se ha formado esta estructura, ¡ya no hay quien las mueva de ahí!
En esa matriz de polisacáridos incluso se forman túneles para que el agua y el alimento puedan circular y aseguren la supervivencia. Lo tienen todo pensado, sus zonas preferidas son los recovecos húmedos. Por ejemplo, el pliegue de una bayeta.
No acaba ahí la cosa, podemos encontrar las 118 especies diferentes de bacterias en una sola bayeta. Incluso se estructuran según sus necesidades.
Las bacterias en contacto con la superficie donde se haya formado el biofilm puede que tengan, por ejemplo, manía al oxígeno (anaerobias) con lo que se colocarán debajo de otras que sí toleren bien el oxígeno. Así podemos encontrar Listeria, Salmonella, E. coli…, entre ellas, la Moraxella osloensis, que es la responsable del mal olor.
Seguimos.
Entre ellas se comunican (a ver si nosotros vamos a tener Internet y ellas que llevan miles de millones de años aquí, no lo iban a hacer). A su forma de comunicación la llamamos Quorum sensing.
Se trata de señales químicas que son capaces de emitir y el resto capaz de recibir. Esto es importante porque puede ser uno de los métodos para eliminar el biofilm, si conseguimos que se separen lo suficiente como para que no se “oigan”… acabarán por desaparecer.
Y ahora qué hacemos
Evitar que se formen, porque, una vez están allí, no hay manera de quitarlo. La mejor solución tanto en nuestra casa como en la industria es la prevención.
¿Cada cuánto deberíamos limpiarlas?
Antes de responder a esa pregunta vamos a dejar claro que el remojo con agua y lejía horas y horas en el barreño no será suficiente.
Dicho esto, lo único que elimina del todo a las bacterias que esté en nuestra mano es el calor. Así que deberíamos lavarlo a alta temperatura, en la lavadora, por ejemplo, cada dos o tres días. Sirve también cocerlo en agua. Hay quien lo mete (con agua) dentro del microondas, pero hay un riesgo real de quemaduras o, si tiene metal, de estropear el electrodoméstico. Después, si queremos, podemos ponerlo en lejía siempre con agua fría.
No sólo es importante lavarlo, como les encanta la humedad, es imprescindible secarlo bien, sin arrugas ni pliegues porque son sus sitios favoritos. Con esto, podremos alargar la vida útil hasta los 10 o 15 días. Si no parece mucho, tengamos en cuenta que el 90% de los estropajos y bayetas de cocina que estudió la OCU tenía una higiene deficiente, que igual a ti no te pasa nada, pero siempre que tengamos grupos de riesgo cerca, debemos protegerles aún más.
¿Tenemos alternativa?
Sí, aunque no es muy sostenible, el papel de cocina desechable es más seguro, pero claro, también contamina más.
Lo más importante es ser consciente de que los utensilios de cocina en general y algunos en particular son un tremendo foco de microorganismos potencialmente patógenos que están justo en el lugar donde menos nos interesa, así que, por encima de todo, está nuestra salud.